El Rev.do Dr. Francisco Alberca
22 de enero de 2023: El Tercero Domingo depues de la Epifania

  • Isaías 9:1–4
  • Salmo 27:1, 4–9
  • 1 Corintios 1:10–18
  • San Mateo 4:12–23 

Isaías recuerda las humillaciones que padeció el pueblo, las derrotas, los momentos difíciles de una guerra perdida de antemano. Los territorios de Zabulón y Neftalí sufrieron frecuentes invasiones de los pueblos del Norte. Fueron desterrados, despojados de sus bienes, condenados a vivir en tierras extrañas, en medio de sus propios enemigos. 

Pero Yahvé los volvería a mirar con amor, se olvidaría de sus delitos, les perdonaría sus pecados y los reintegraría a su patria y de nuevo amanecieron días llenos de paz, días sin temores, días serenos y tranquilos y todo porque Dios no quiere castigarnos sin fin y mientras peregrinamos por este mundo ensaya mil formas para hacernos caer en cuenta de su gran amor por nosotros, cuando le volvemos la espalda, nos hace ver lo triste que es nuestra vida sin Él y al vernos llorar nos perdona, nos limpia las lágrimas y nos anima a volver otra vez junto a él, nos muestra su camino y nos hace ver y sentir su infinito amor. 

Alegría y gozo son los dones más preciosos que Dios nos regala. El sentirnos contentos, el vivir sin agobios, sin miedos, el vivir ilusionados y gozosos con lo que nos rodea, mirar con esperanza y optimismo al futuro, no acobardarse por nada, afrontar con fortaleza y serenidad la vida, por difícil o penosa que esta sea. Muchas de la veces la tristeza invade nuestro ser, nuestra existencia y andamos preocupados, agobiados por el peso de la vida. Hoy, digámosle con fuerza y coraje: Te pedimos Señor, repite una vez más tus grandes prodigios, haznos una vez más el milagro de convertir nuestra tristeza en alegría, haznos vivir seriamente nuestra fe, inyecta tu fuerza en nuestra debilidad.  

Una vez más las palabras del profeta se cumplirán, ya que esa luz grande es Jesucristo, luz que ilumina la oscuridad y que elimina las tinieblas. De aquí, que lo primero que predica Jesús es la conversión.  

Jesús ofrece el perdón y sobre todo, la rehabilitación de la persona llenándola de Dios.  

Jesús acompaña la palabra con signos liberadores: cura las enfermedades y dolencias del pueblo. En Él la palabra y el signo van unidos. Cuando anuncia la liberación, libera; cuando proclama el perdón, perdona; cuando habla con el enfermo, lo cura; cuando toca a leproso, lo purifica. 

El Santo Evangelio de hoy nos dice que La Luz irrumpió en las regiones ensombrecidas por los errores del pecado, de la soberbia del rechazo al Dios del amor. De forma paulatina, pero inexorable, la claridad gozosa del Evangelio comenzó su avance por aquellos pueblecitos de Galilea, donde como un incendio en el bosque, se propagaría el fuego que Cristo había traído a la tierra. 

Metidos en aquellos parajes increíbles, caminemos junto al Maestro, junto al Rabí de Nazaret, para escuchar sus palabras, para contemplar enamorados sus promesas de vida nueva, deseosos de empaparnos de su espíritu, anhelantes de serle fieles hasta la muerte. De tal manera que seamos capaces de hacer carne de nuestra carne su doctrina, vida de nuestra vida su propia vida. 

Hoy vemos a Pedro y Andrés su hermano que pescan cerca de la orilla del lago. La red dibuja círculos sobre el agua y barre repetidamente el fondo. Jesús pasa cerca y les dice que le sigan y los hará pescadores de hombres. Ellos no lo dudaron ni un instante. La palabra persuasiva del Maestro encontró eco en el corazón sencillo de aquellos rudos pescadores. Luego serán Juan y Santiago.  

También ellos estaban trabajando cuando Jesús los llamó y también ellos respondieron con prontitud y generosidad. De ese modo iniciaron la más bella y audaz aventura que jamás pudieron soñar. Nunca olvidarían aquel encuentro, nunca abandonarían el camino emprendido en aquellos momentos. Camino difícil de luchas y renuncias, pero camino de luz y de gloria. 

También ahora Jesús pasa a nuestro lado. Nos ve quizás muy ocupados con nuestras tareas diarias, ensimismados en nuestro quehacer cuotidiano. Nos mira como miró a Pedro y nos dice que le sigamos, que quiere hacernos pescadores de hombres, que quiere encendernos para que seamos anunciadores de la Luz, antorchas vivas que alumbran las sombras de muerte en el que yace nuestro mundo, nuestra sociedad.  

Las barcas y las redes, nuestros pequeños ídolos nos retraen quizá, lo mismo que les ocurriría quizás a los primeros discípulos. Pero como ellos hemos de mirar hacia delante y no hacia atrás, fijarnos en la luz que está al final del camino y ser valientes para recorrerlo. 

Pero para recorres este camino es necesaria una condición y esta es la conversión, el primer mensaje de Jesús al comenzar su predicación es la conversión. El Evangelio de hoy nos invita a un cambio de vida a un cambio interior, a un cambio en la manera de relacionarnos con Dios, para con la humanidad y para con el mundo en que vivimos. Es fácil acomodarnos, establecernos y así vivir tranquilos, esperando que el mundo cambie, que los demás cambien, esto se da solo en la fantasía de nuestra mediocridad, vivir como que si no hubiera nada más, nada nuevo que aprender, nada nuevo que conocer, nada nuevo a lo que aspirar. 

La conversión es una decisión que hay que tomar ahora y no dejar para después; dejarlo para después sería muy triste y tal vez muy tarde. La vocación cristiana se define como “seguimiento a Jesús”. Jesús invita a Pedro, Andrés, Santiago y Juan a seguirle. 

Todos y cada uno de nosotros somos llamados por el Señor para seguirle. Somos llamados para estar con Él, para seguir el camino de Jesús, para una misión en la Iglesia y en el mundo. Toda vocación es siempre un llamado a una misión. Jesús nos pide cada día que pongamos a su servicio todo lo que somos y tenemos. 

Nuestro Señor, hace realidad el Reino con los hechos, no es sólo una felicidad superflua, es algo que queda dentro de nosotros. Es también algo que se hace realidad aquí y ahora. Y por eso, Jesús no se contenta con proclamar la vida nueva de Dios, sino que la convierte en cosas concretas: lucha contra el mal, elimina el dolor y la tristeza que encuentra en su camino. Une las palabras a los hechos. Todo eso arrastra gente, crea ilusión y llega a ser una verdadera luz, algo nuevo que vale la pena seguir en un país que vive en tinieblas.  

La Galilea de hoy, allá, donde Jesús en este día quiere hacerse presente, es el lugar donde cada uno de nosotros nos encontramos. Tal vez inmersos en un mar de dificultades, tal vez esclavos del pecado, de la mentira y de la hipocresía. Hoy seguimos escuchando al Señor que viene a nuestro encuentro pidiéndonos conversión, cambio de ruta, todo esto porque nos ama con infinito amor.  

Al escuchar el evangelio de este día, nuestro bautismo, se vuelve a actualizar, no es algo del pasado, no es una gracia muerta. El bautismo, ante la llamada del Señor, nos invita a ser testigos de Jesús. El mundo que nos toca vivir está lleno de técnica y de comodidad, pero huérfano de amor. 

La sociedad consumista nos presenta un sin número de realidades efímeras, nos hace conocer una felicidad muy superflua, ya que es fácil encontrar ventanas y puertas abiertas que nos llevan a enamorarnos de ese mundo efímero y a alejarnos del amor de Dios. Hoy el Señor desea testigos valientes, capaces de renunciar a sí mismos, con ideas claras y sobre todo que estén dispuestos a ir contra corriente. También hoy por medio de su palabra a cada uno de nosotros nos ha llamado, digámosle por tanto: Que no me canse, Señor de escuchar la invitación a dejar caminos equivocados. De pedir perdón por los errores cometidos, de ser más humilde y menos soberbio, de luchar contra mi propia mediocridad, que no me canse jamás de decirte SI a ejemplo de los primeros discípulos. 

Jesús, hoy como ayer continúa llamando porque “la mies es abundante y los obreros pocos”. Son muchos los que padecen de enfermedades del cuerpo y del espíritu, muchos que son prisioneros de sus esclavitudes personales, muchos los que se sienten abandonados. Son muchos hoy los hombres y mujeres que necesitan ser rescatados por las redes liberadoras de Cristo.  

Ayer como hoy, Jesús también a nosotros nos dice: “Ven y sígueme y te haré pescador de hombres”.  Jesús, busca personas que se dejen seducir por su palabra y su fuego, que se apasionen con sus proyectos y sobre todo con su estilo de vida. Amén!