Hoy exploramos la segunda parte de nuestra serie sobre el Bautismo, la cual se enfoca en dos preguntas dirigidas a los padres y padrinos de un pequeño que está a punto de ser bautizado: ¿Serás responsable de que este niño, que ahora presentas, crezca en la fe y la vida cristiana?  Y ¿ayudarás a este niño, por medio de tus oraciones y de tu testimonio, a crecer hasta alcanzar la madurez de la plenitud de Cristo?

La responsabilidad y el testimonio son dos partes fundamentales de lo que significa ser una persona de fe, y estos temas surgen también en nuestras lecturas para este domingo.

En el texto de Jonás nos encontramos con un profeta reacio, a quien se le pide que comparta con sus peores enemigos el mensaje de Dios de arrepentimiento.

Si usted nunca se ha leído por completo el libro de Jonás, tómese algún tiempo esta semana para hacerlo.

Es un libro cortito pero poderoso, porque nos cuenta la historia de un profeta nacionalista que anticipa que la bendición de Dios va a recaer sobre el pueblo de Israel y que la ira destructora de Dios va a consumir a los enemigos de Israel.

Pero en vez de administrar normas humanas de justicia, Dios le dice a Jonás que vaya y comparta el mensaje de arrepentimiento con el imperio del mal que estaba en Asiria, para que los asirios pudieran apartarse del camino que seguían y así salvarse.

Jonás no quiere compartir este mensaje con sus enemigos, así que trata de huir de Dios y de su responsabilidad ¡y toma un barco en la dirección opuesta!

Después de vivir una experiencia angustiante en alta mar, Jonás se va a regañadientes hasta la ciudad capital de Níneve, donde se ve obligado a profetizar para que los asirios tengan la oportunidad de arrepentirse y de ser salvados de la ira de Dios.

Para la sorpresa y el disgusto de Jonás, la gente de Níneve SÍ se arrepiente, y Dios termina tratándolos con misericordia.

Esto NO es lo que Jonás quería, ¡y es precisamente por eso que se resistió a profetizarles!

En vez de la conversión de sus enemigos, él quería su destrucción — quería venganza por los actos crueles y violentos que habían cometido, y quería el fin de su reino de terror sobre la tierra.

Pero Dios le asigna a Jonás la responsabilidad de perseguir objetivos divinos por encima de los objetivos humanos.

Desde el principio de la creación, cuando el Espíritu se movió sobre las aguas de lo profundo, el reino de Dios ha consistido en elementos diversos y buenos que trabajan juntos, los unos con los otros, en armonía.

La mancha del pecado que recordamos como la Caída en el Jardín de Edén tiene que ver primordialmente con nosotros, los seres humanos, creyendo la mentira de que estamos separados de Dios y de los demás.

De que no tenemos necesidad los unos de los otros, y que debemos buscar a otros a quienes culpar por nuestras desdichas en vez de verlos como compañeros en el camino de la creación.

El Libro de Jonás brinda perspectiva sobre este tema y nos ofrece una ventana a nuestro propio llamado bautismal y a sus responsabilidades particulares.

La primera pregunta — ¿Serás responsable de cuidar que este niño que ahora presentas crezca en la fe y la vida cristiana? — nos lleva naturalmente a la pregunta, “¿Qué es la fe y la vida cristiana?”

Mientras que la vida cristiana puede ser una esfera compleja e infinitamente expansiva, su centro yace en elegir estar conectado con Dios y con los hijos de Dios (nuestro prójimo), aún cuando vaya en contra de nuestros deseos personales, y aún cuando esa conexión conlleve un costo.

Según Dios le pidió a Jonás que se pusiera de pie y que fuera a dar su testimonio a aquéllos a quienes él veía como sus enemigos, nosotros los cristianos estamos llamados a hacer de nuestra conexión con Dios y del amor a nuestros amigos y enemigos la base de nuestra vida entera.

Eso es lo que los padres o padrinos prometen en nombre de la criatura para la cual buscan el bautismo, y es una promesa a la que todos debemos regresar y renovarla a lo largo de nuestra vida de fe.

A veces me pregunto si esos primeros discípulos que echaban sus redes en Galilea hubieran seguido a Jesús si hubieran entendido exactamente cuán exigente sería la vida a la que estaban diciendo que sí.

¿Hubieran dejado de lado sus redes y sus barcos y la normalidad de sus rutinas diarias si Jesús les hubiera dicho que ser pescadores de hombres conllevaría la dura labor de amar a sus enemigos y de rezar por su transformación, en vez de vivir con la esperanza de su destrucción?

La segunda pregunta para los padres y padrinos — ¿Ayudarás a este niño, por medio de tus oraciones y testimonio, a crecer hasta la estatura plena de Cristo? — amplía la responsabilidad de criar a un niño de esta manera.

No es suficiente prometer que nos haremos responsables de la trayectoria del niño que estamos presentando para el bautismo.

Sino que debemos NOSOTROS MISMOS también estar involucrados activamente en esa trayectoria si vamos a llevar a cabo esa responsabilidad de manera realista.

Cuando nos dedicamos a sumergirnos en las profundidades de la oración — en vez de estar satisfechos con mantenernos al nivel superficial de simplemente recitar — Dios empieza a nutrirnos para la dura labor de dar testimonio.

A veces ese testimonio conlleva confrontar la injusticia y estar dispuest@ a proteger a las personas vulnerables de los ataques de los crueles.

Pero ese testimonio también conlleva compartir la buena noticia de que, en Cristo, más nunca podemos volver a creer la mentira fundamental de que no nos necesitamos los unos a los otros.

Hemos sido liberados del poder de esa mentira para servir como modelos y construir una comunidad que no tenga la raza, el lenguaje, ni los lazos de sangre como condición de entrada.

Como era en el principio.

La estatura plena de Cristo es el ejemplo de Dios, que elige dar y morir para que nosotros podamos vivir, en vez de escoger usar el poder para destruir.

Junto con la criatura y con los padres y padrinos, estamos TODOS llamados a crecer hasta la estatura plena de Cristo.

Según rezan y reflexionan ustedes esta semana, les animo a que consideren estas preguntas:  ¿Qué responsabilidad tengo yo, como seguidor@ de Cristo, de fortalecer relaciones que se han deshilachado?

¿Cómo puedo ser mejor testigo del amor de Dios a través de mis oraciones y acciones, para que todos podamos crecer hasta la estatura plena de Cristo?

La manera en que lo hacemos es profundizando nuestras fuerzas y reservas de amor a través de la oración, y templando nuestra voluntad a través del fuego de acto tras acto de amor y fidelidad.

Tal como esos primeros discípulos y tal como Jonás, los que aceptamos el llamado bautismal renunciamos a la manera en que nos han dicho que funciona el mundo, en favor de la manera en que Dios quiere que funcione.

Y entonces vamos a donde Dios nos guíe, confiando en que, a lo largo del camino, encontraremos una vida más plena como agentes de Dios de resurrección y reconciliación.