25 de abril, 2021
El Revdo. Austin K. Rios
Juan 10:11-18

Cuando Jesús le dice a sus discípulos que Él tiene ovejas que no son de este rebaño, a las cuales también tiene que traer con Él, está anunciándoles que el proyecto de la salvación de Dios no se trata de propiedad, de exclusividad o de tribalismo.


Como muchos de ustedes saben, la iglesia San Pablo tiene un grupo de lectura que se reúne todos
los meses para hablar de un libro que Larry Litman selecciona.

Larry es un magnífico convocante de este grupo, y hace un trabajo estupendo al seleccionar libros
que tocan sobre toda una variedad de experiencias, y que a la vez son interesantes y entretenidos.

Lo que más me gusta de este grupo – que ha crecido y se ha desarrollado en este último año bajo la
pandemia – es que la mayoría no son miembros de San Pablo.

Sin ofender a mis herman@s en Cristo aquí: Los quiero a todos y doy gracias por su participación.
Pero contar con la participación de personas que están “más allá de nuestros muros”, tanto
geográfica como teológicamente, es lo que nos protege de vivir en una especie de insularidad que no
promueve la vida, sino que de hecho la asfixia.

Hay una escena en el último libro que leímos en que el personaje principal y su amante están
observando a un pastor palestino cuidando a sus ovejas.

El amante dice que las ovejas confían tanto en su pastor que nadie más puede llamarlas a estar
juntas. No responden a la voz de otro pastor.

Para aquellos que se consideran que están “fuera de la iglesia”, el comentario pudiera lucir como
mera sabiduría popular o como un recurso para avanzar la trama de la historia.

Y, sin embargo, para aquéllos que han escuchado, leído y digerido este Evangelio de Juan, la
conexión con la misión más amplia de aquél a quien llamamos el Buen Pastor es clara.

La voz del Buen Pastor le llega a los que tienen oídos para escuchar y ojos para ver en todo tipo de
manera.

Para aquellos de nosotros que nos encontramos empapados en los rituales y los ritmos de la Iglesia:
estamos reunidos por la voz de Dios que nos llega a través de las Escrituras, a través de la Liturgia de
la Palabra y a través de las interacciones que tenemos alrededor de la mesa común y de la oración
común.

De esta manera nos sintonizamos con el timbre de la voz del Espíritu Santo y, con el pasar del
tiempo, empezamos a discernir con más claridad lo que es la voz del Buen Pastor y lo que es sólo el
ruido del mundo.

Este tipo de discernimiento es uno de los dones más grandes que recibimos al estar inmersos en
comunidad cristiana, y es uno de los dones más grandes que tenemos para compartir con los demás.

Para persons que nunca lo han experimentado, o para aquellos cuya formación se ha desarrollado en
arenas diferentes a la que llamamos la Iglesia, el llamado del Buen Pastor no siempre es tan fácil de
discernir.

Y, sin embargo, ese llamado siempre está ahí.

Cuando Jesús le dice a sus discípulos que Él tiene ovejas que no son de este rebaño, a las cuales
también tiene que traer con Él, está anunciándoles que el proyecto de la salvación de Dios no se
trata de propiedad, de exclusividad o de tribalismo.

La Salvación se trata de un mundo reconciliado — de la sanación de relaciones y de derribar las
falsas paredes divisorias — para que la vida pueda abundar en toda su maravilla y diversidad.

Por mucho que me encantaría que nuestra iglesia creciera numéricamente y que este redil expandiera
su habilidad de servir como levadura para el mundo, nuestra misión de Dios va más allá de las
medidas estadísticas del crecimiento de la iglesia.

A través de nuestro Bautismo tenemos el poder de escuchar el llamado del Buen Pastor, tanto de
maneras que nos son familiares como de maneras que atraen a aquellos que no reconocen Su voz tan
fácilmente.

A través de las escenas de una novela en un club de lectura… a través de conversaciones
compartidas sobre una mesa o una llamada social por Zoom… a través del movimiento de
tendencias culturales y de dinámicas sociales que cambian… Dios nos está llamando a la unidad.

No para que nuestra diversidad sea derretida y fundida, ni nuestras diferencias planchadas o
blanqueadas, sino para que por fin reconozcamos que nuestro destino es compartido.

Para que reconozcamos que incluso los que llamamos enemigos y los que nos desprecian son parte
del único rebaño bajo el único Buen Pastor.

Este es un trabajo duro, trabajo del alma, que requiere la fortaleza para perdonar y estar dispuesto a
sufrir si uno no es comprendido o si es malinterpretado.

Pero no hay mejor trabajo que podamos emprender como iglesia y como miembros individuales del
Cuerpo de Cristo, y nos esforzamos por mantener esta comunidad como un espacio seguro para
practicar y crecer juntos.

¿Estás dispuest@ a centrarte en el redil del Buen Pastor, y al mismo tiempo conectarte con aquellos a
quienes el mundo llama “los otros”?

¿Permitirás que la voz del Buen Pastor se exprese a través de ti, para que la verdad que conocemos
en Cristo pueda ser interpretada de formas y modos que iluminen a otros?

Hay otras ovejas más allá de los muros, y Dios las llama a ellas y a nosotros a reconocernos
mutuamente como miembros de un solo rebaño y a trabajar juntos como agentes de reconciliación
en un mundo quebrantado.

Así es como la resurrección pasa de ser un mero concepto a ser una experiencia transformadora.
Cuando la vida de Dios está en todas partes, en cualquier persona y en cualquier lugar podemos
reconocerla.

Donde las fronteras de nuestro conocimiento actual dan paso al tipo de curiosidad creativa y de
colaboración comunitaria que mueve montañas y hace que todas las cosas sean posibles.