La primera lectura de hoy es del libro de Josué. Este libro se encuentra en el Antiguo Testamento y le sigue al libro de Deuteronomio. El último verso del libro de Deuteronomio concluye con la muerte de Moisés a las puertas de Canaán y el primer verso del libro de Josué nos narra de cómo las Doce Tribus de Israel entran a la Tierra Prometida bajo el liderazgo de Josué, el sucesor de Moisés.
El texto narra que, al morir Moisés, Josué les pide a los israelitas su compromiso firme para con Dios, el único Dios y Padre de todos cuya presencia los acompañó a cada paso. Estuvo con ellos y nunca los abandonó ni durante las penurias vividas como esclavos en Egipto, ni durante su exilio por el desierto.
De la misma manera, Josué invitó a las Doce Tribus a sellar su alianza con Dios. A cada uno de nosotros y nosotras hijos e hijas del mismo Dios, continuamente se nos invita a sellar nuestro compromiso y entrega personal con Dios a través de Jesús.
El desenlace de esta lectura es apropiado para reconocer que la providencia del Señor marca indeleblemente nuestras vidas, al punto de ofrecernos no solo su cuidado en su amante providencia, sino también nos toca todos los días de nuestras vidas con sus bendiciones de Padre y Madre.
Por nuestra condición humana, llevamos en una mano el tesoro que Dios nos brinda y en la otra una situación de pecado que intenta separarnos del amor de Dios, como sucedió con el pueblo israelita. Al igual que ellos, hemos confesado nuestra entrega a Dios y sabemos que en este peregrinaje no estamos solos y nunca lo estaremos a pesar de nuestras transgresiones, porque a quien Dios toma de la mano nada ni nadie lo podrá separar de su corazón.
Jesús nos ilumina el camino, no obstante, está de nuestra parte escoger caminar con Él. Nosotros podemos exclamar como lo hizo el pueblo israelita durante su travesía por el desierto: “Serviremos al Señor nuestro Dios y haremos lo que él nos diga”.
En su carta a los Tesalonicenses, Pablo recalca la importancia del compromiso único que hemos de tener con Jesús. Pablo describe la muerte como una realidad-condición en la vida del creyente, que no será el final de la existencia por la creencia en la promesa de vida eterna.
Pablo, nos habla de la semilla que Dios ha plantado en nuestros corazones, lo cual nos dispone para nuestro encuentro definitivo con Él. Pablo ilustra la promesa de salvación y quien tiene que ser nuestro guía, Maestro y Señor y en quien debemos confiar. El nos invita a reflexionar en vivir nuestra vida confiando plenamente en la presencia y en la providencia de Dios, presencia y providencia que nunca nos abandona, ni aún en los momentos más angustiosos y de sufrimiento de nuestra vidas.
Por su pate San Mateo, en su Evangelio emplea la imagen y metáfora de las “lámparas de aceite” para explicar el bien y el mal que existe en la humanidad. La historia nos ayuda a entender que hemos de tener nuestras lámparas listas y con suficiente provisión de aceite, lo cual quiere decir que hemos de tener listas las obras que por fe hacemos y que presentaremos a Dios.
La lámpara de aceite está disponible para combatir el mal o la oscuridad y también para facilitar el que podamos reconocer el camino acompañado con la luz del Evangelio de Cristo, el cual nos guía en esta existencia terrenal.
Mateo expresa la visión del futuro a través de la parábola de las diez jóvenes que salieron al encuentro del esposo. El mensaje está resumido al final del relato: “Estén, pues, preparados, porque no saben el día ni la hora”.
La sabiduría popular recomienda “no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”. Hay personas que son incapaces de dar la cara a los problemas y los van posponiendo para un mañana que quizás nunca llegará. No dilatemos la solución de los problemas que nos mortifican; terminemos la conversación que en algún momento iniciamos pero que después interrumpimos; pidamos perdón por aquello que tanto nos inquieta pero que, por orgullo, no hemos aceptado; demos el abrazo amoroso que durante años negamos a las personas con las que hemos compartido la vida.
De la misma manera como el profeta Josué fue guiado por Dios y guió a las Doce Tribus de Israel, previniéndoles de escoger el camino aparentemente fácil por ser ese camino oscuro y sin la luz de Dios, así mismo Jesús en la parábola de las lámparas de aceite recalca la importancia de estar preparados y preparadas espiritualmente para ser guiados y guiadas en el camino de la vida.
Somos hijas e hijos de la luz y no podemos dar frutos distintos a los que son producto de la gracia. Somos una vez más herederos de su Reino y como tal, nuestras vidas deben reflejar este llamado salvífico con agradable olor a eternidad.
Somos también llamados a ser lámparas en un mundo cada día más oscuro, donde el amor de Jesús es el modelo de vida. Donde la propuesta de Cristo en vigilia, preparación y espera, fácilmente se confunde con una respuesta mediática de velocidad, intereses personales e individualismo.
Hermanos y hermanas, confiemos en la presencia y la providencia de Dios en nuestras vidas y luchemos por ser luz y testimonio vivo para quienes se acercan a nosotros, amemos la gracia que es la luz de Dios en nuestra espera para que cuando Dios nos llame a su Reino reconozcamos su llamado.
Hoy pidámosle mucha sabiduría, consientes de que ser sabios no consiste en saber muchas cosas ni en poseer mucha información. No. La sabiduría es tener esa mirada penetrante que nos permite llegar al corazón de nuestros semejantes, interpretar sus sueños y sus angustias, que nos permite descubrir la voluntad de Dios en medio de la lucha de cada día. La sabiduría nos permite vivir el presente con una perspectiva de futuro, nos ayuda a superar la tentación de la improvisación y nos anima a estar preparados, pues no sabemos el día ni la hora. Amén!