10 de octubre, 2021
El Revdo. Austin K. Rios
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿Por qué estás tan lejos, y no vienes a salvarme? ¿Por qué no atiendes mi clamor?»
Salmo 22:1
Lamento Sin Censura a
¿Alguna vez se ha encontrado en una situación tan difícil y tan desesperada, que lo único que podía hacer era clamar la ayuda de Dios?
… El tipo de circunstancia en que no había una salida clara y no se vislumbraba el fin de su sufrimiento?
… Un hueco tan profundo y sin luz, que le hizo preguntarse si Dios siquiera estaba ahí, o si a Dios le importaba, o si podía escucharl@ en absoluto?
Ése es el lugar donde nos encontramos con Job esta semana, en medio de su lamento por la tragedia que le sobrevino la semana pasada.
¿Recuerdan lo que pasó? Un día Job estaba viviendo su mejor vida, y al día siguiente perdió a sus hijos, su propiedad y su salud.
Cuando lo dejamos el domingo pasado, Job estaba tambaleándose por este cambio de suerte, y justamente después recibe la visita de tres amigos, quienes se han enterado de sus penas y llegan a acompañarlo en su sufrimiento.
En los capítulos entre ese momento y nuestra lectura de hoy — capítulos que les animo a explorar por su cuenta esta semana — estos tres amigos se se turnan preguntando en alta voz POR QUÉ Job se ha visto tan afligido.
Y Job a veces les responde, afirmando que no ha hecho nada para merecer su penosa situación, aunque reconoce sus defectos inherentes como ser humano.
Pero, en gran parte de estos capítulos, Job se vuelve de hablar con los amigos y se dirige directamente a Dios.
En estos pasajes nos vemos sumergidos por un momento en ése, el más íntimo de los espacios — el lugar en que Job ofrece sin censura sus pensamientos y emociones más vulnerables, como una herida abierta, al Dios que él siente lo ha abandonado.
Si somos meramente observadores de la situación de Job, podremos notar que él se mueve de desear que nunca hubiera nacido, a preguntarse por qué la mano de Dios cae con tanto peso sobre él, a implorar por la oportunidad de presentar su caso ante Dios.
Pero para cualquier persona que en algún momento se haya visto en la tierra de las sombras en que Job se encuentra, queda claro que observarla no es lo mismo que vivirla.
Nuestros corazones se quiebran junto con el de Job, porque nosotros también hemos clamado y vertido lágrimas hacia el vacío.
Nosotros también hemos escuchado explicaciones de personas ajenas a nuestra situación — explicaciones que no suenan ciertas y que no tocan el corazón del dolor que sentimos.
Nosotros tampoco hemos podido percibir una salida, y hemos tenido apenas la energía suficiente para clamar al Dios a quien no podemos ver, no podemos sentir, y quien sólo podemos rezar que esté todavía presente en algún lugar más allá de las fronteras tenebrosas de nuestra visión.
La semana pasada mencioné cuán importante puede ser alabar a Dios aún cuando nos suceden cosas malas.
Pero dije igualmente que el lamento también es una respuesta importante a ese sufrimiento.
Más que meramente una queja, el lamento es una forma en que podemos ser honestos por completo sobre nuestros sentimientos y nuestras circunstancias, y a la misma vez mantenernos conectados con Dios en nuestro sufrimiento[1].
En la Biblia, la queja a menudo toma la forma de echarle la culpa a Dios por las cosas malas que nos han sucedido y, como resultado, cuestionar el carácter de Dios; las quejas de los israelitas después del Éxodo son el ejemplo más reconocible de esto.
Un lamento puede preguntar en voz alta por qué la tragedia ha sucedido, y puede cuestionar el rol de Dios en prevenirla o causarla, pero termina afirmando el carácter de Dios y esperando una respuesta de Dios.
En el lamento, apelamos a Dios desde el corazón de nuestro dolor, de una manera auténtica y sin censura, y no nos inhibimos al expresar cuán abrumados estamos.
Mientras que la queja tiende a quebrar los lazos entre nosotros y Dios, el lamento afirma la relación y le pide a Dios que actúe.
Nuestro Salmo para hoy, el Salmo 22, es un ejemplo maravilloso de la tradición del lamento en el judaísmo, aún antes del Libro de Job, y hay muchos otros salmos que toman la forma de lamentos.
Why is lament an equally faithful way of responding to God, along with its more positive sibling praise?
Creo que la razón principal es que no le hacemos un favor a nadie cuando tratamos de restarle importancia a la realidad de nuestro sufrimiento.
Si bien hay ocasiones en que necesitamos “poner buena cara” para superar las dificultades, podemos acabar haciéndonos un daño importante a nosotros mismos y a los demás si NUNCA somos honestos sobre el dolor y el sufrimiento que experimentamos.
Reprimirlo no es una estrategia eficaz a largo plazo.
Y, ¿quién mejor que Dios para expresar nuestra frustración, indignación, dolor y aflicción?
Porque cuando somos honestos sobre la realidad de nuestro propio sufrir y lo nombramos, entonces adquirimos la capacidad de responder al sufrimiento de los demás, aún si no es el nuestro.
Y esa empatía nos permite acompañar a aquéllos que están pasando por las experiencias más difíciles de la vida sin caer en la trampa de tratar de explicarlo todo y añadirle a las cargas de los que están sufriendo.
Job reconoce que la mano de Dios pesa mucho sobre él y que tiene mucho de qué quejarse.
Entonces suplica tener una audiencia con Dios como su juez; afirma que se ha mantenido fiel a Dios aún en el medio de sus sufrimientos, y termina por decir que se siente aterrorizado de Dios y que quiere desaparecer en las tinieblas.
¿Quién no se sentiría aterrorizado y desorientado habiendo pasado lo que pasó Job?
¿Quién no se preguntaría por qué le habían sucedido tales cosas, y no clamaría a Dios por una audiencia justa?
Los amigos de Job — aunque tienen buenas intenciones con sus palabras y creencias, y son dignos de encomio por haberse quedado con Job cuando está cubierto de llagas y sufriendo — están convencidos de que Job o su familia tienen que haber hecho algo para perder el favor de Dios.
Pero, como todos sabemos, el sufrimiento en este mundo no es siempre merecido.
El propio sufrimiento de Jesús en la cruz es el ejemplo perfecto de esto.
Pero el sufrimiento no tiene que ser merecido para ser real.
El lamento nos ofrece una forma y un lenguaje para expresar la realidad del sufrimiento y simultáneamente pedirle a Dios que nos ayude a superarlo.
Aún si no entendemos los métodos de Dios, o por qué nos sentimos tan solos, o cuándo terminará nuestro sufrimiento — podemos buscar y acercarnos a Dios a través del lamento.
Como mínimo, sabremos que estamos respondiendo a nuestro dolor y sufrimiento de la misma manera que lo hicieron nuestros antepasados en la fe — y encontraremos consuelo en el hecho de que, aunque el sufrimiento de ellos fue personal y único, no lo vivieron totalmente solos.
El lamento nos mantiene conectados con el Dios que a veces podemos sentir tan lejos, y el lamento nos recuerda que el Hijo de Dios también conoce íntimamente lo que es sufrir[2].
A medida que vamos avanzando en el libro de Job esta semana, manténgase presente a cualquier sufrimiento que pueda estar viviendo, esté dispuest@ a reconocerlo y a nombrarlo, y ofrézcaselo a Dios en forma de lamento.
En lugar de buscar maneras de explicar su propio sufrimiento o el de otras personas, trate de buscar formas de mantenerse presente a él y de ser honest@ sobre las emociones que vive como resultado.
El lamento puede ser la manera en que mantenemos abierta la conexión con Dios, aún cuando nos encontramos aterrorizados y somos incapaces de ver más allá de las fronteras de nuestro propio sufrimiento[3].
Y, si aprendemos a clamar a Dios en medio de nuestra angustia, quizás entonces algún día podamos escuchar mejor los clamores de nuestros vecinos que sufren, unirnos a ellos en su lamento, y asegurarnos que no estén solos en la oscuridad.
[a] La poetisa y música Joni Mitchell trata con mucha destreza el tema del lamento sin censura de Job en su canción The
Sire of Sorrow (que originalmente se encuentra en el álbum Turbulent Indigo, aunque me encanta la versión en Travelogue que refleja más experiencia vivida). Entreteje
en su canción muchas de las frases que usa Job al responder a Dios con lamento, y bien puede ser el mejor
resumen breve que he encontrado de lo se trata esta sección del libro de Job.
[1] https://www.ntwrightonline.org/five-things-to-know-about-lament/ Este breve artículo de blog hace una buena labor explorando algunas de las diversas características del lamento.
[3] Una de mis creencias más firmes es que Dios nunca cierra por Su parte la línea de comunicación con nosotros. Eso no quiere decir que siempre podamos percibir el canal de comunicación abierto. Una consecuencia del amor, y del libre albedrío que surge de él, es que nosotros los humanos SÍ podemos elegir cortar la línea de comunicación por nuestra parte — y a menudo lo hacemos. Y eso invariablemente lleva a más sufrimiento.