17 de octubre, 2021

El Revdo. Austin K. Rios

Entonces respondió Jehová a Job desde un torbellino, y dijo: ¿Quién es ése que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría?

Job 38:1-2


La última vez que supimos de Job, se encontraba en el medio de un lamento.

Job estaba clamando a Dios con fidelidad, pidiendo ayuda y algún tipo de explicación de por qué le habían sucedido cosas tan horribles.

Hay muchos capítulos entre nuestra lectura de la semana pasada y la que tenemos ante nosotros hoy.

¿Qué pasó entre la semana pasada y ésta?

Algunas partes de esos capítulos contienen más intercambios entre Job y sus tres amigos — largos pasajes en los que Job continúa declarando su falta de culpa, mientras que los amigos sostienen que él debe haber hecho algo para enojar al Todopoderoso.

Hay una sección en la que Job habla de cuán inaccesible es la sabiduría, y de que no se puede comprar con ninguna cantidad de oro o de riqueza.

Y entonces hay varios capítulos en los que figura un personaje nuevo y más joven llamado Eliú, quien da su opinión sobre la situación de Job y sirve como punto de transición entre el último discurso de Job y la respuesta de Dios que tenemos en nuestra lectura de hoy.

Es difícil saber si estos discursos de Eliú fueron añadidos al texto posteriormente o si forman parte de la composición original.

De cualquier manera, Eliú le dice a Job que la aflicción es una herramienta que usa Dios para enseñar; alega que Dios no va a escuchar los clamores de Job por justicia y por una audiencia,[1], y urge a Job a alabar a Dios — y a considerar bien los incognoscibles misterios de la creación que los humanos no entienden, pero que Dios ha fundado.

Dios aparece hoy en el libro de Job por primera vez desde los primeros capítulos, pero no deja que Job exponga su caso sobre por qué no se merece la aflicción que sufre.

Dios no emite juicio sobre si Elifaz, Bildad, Zofar y Eliú tienen razón sobre las maneras de Dios, o si Job la tiene.

Dios simplemente apunta a todos los elementos de la creación que sólo Dios entiende.

La respuesta de Dios tiene muy poco que ver con lo que Job estaba pidiendo, y Dios nunca dice si Job realmente apoyó a la viuda y al huérfano a través de su vida y vivió con rectitud en todas las cosas, o si, como afirmaban sus amigos, esta tragedia es una especie de castigo divino por sus pecados.

El discurso de Dios sobre la creación es de largo alcance y se enfoca — no en los seres humanos — sino en los ciclos de la naturaleza y en las criaturas del mundo.

Ante las afirmaciones de Dios, Job no tiene respuesta y, dos capítulos más tarde, termina por callar ante Dios y por perder toda voluntad de presentar su caso original.

Vivimos en una época en que muchos de los aspectos del mundo natural que antes nos resultaban inaccesibles se encuentran repentinamente disponibles a nuestro entendimiento.

La ciencia puede explicarnos cada vez más (y damos gracias porque lo hace) sobre cómo los mundos “macro” y “micro” interactúan e influyen mutuamente entre sí.

Pero así como el camino que conduce a la verdadera sabiduría puede permanecer oculto y opaco — y no puede ser comprado o forzado a revelarse mediante la voluntad ni los métodos humanos — los misterios más profundos del orden creado siempre estarán más allá de nuestro alcance.

Sí, debemos continuar usando las habilidades que Dios nos ha dado para explorar las profundidades del entendimiento científico humano, y aprender de lo mejor de lo que la ciencia puede ofrecernos.

Pero ante los misterios más grandes de la vida, incluyendo por qué nosotros los humanos podemos con tanta frecuencia sufrir injustamente, nuestra postura no puede ser una de explicar o de emitir juicio, sino simplemente de entrar en el corazón del misterio.

Aceptar los límites de nuestro más profundo entendimiento, aún mientras aspiramos con fervor de corazón y de mente a la sabiduría y al conocimiento.

Los seres humanos más sabios que conozco, y los que consideramos modelos de sabiduría, están en búsqueda de la verdad y del entendimiento durante todo el curso de sus vidas, y reciben mucha iluminación en el camino.

Pero todos ellos, tarde o temprano, llegan al callejón sin salida de la búsqueda del entendimiento, y deben decidir si avanzarán a ciegas y entrarán en la oscuridad que yace más allá del fin de ese camino, o si permanecerán en el terreno seguro de lo que entienden actualmente.

Es dentro del torbellino oscuro que se encuentra al final de todos los esfuerzos humanos por entender — en el lugar donde debemos ser receptores de gracia y sabiduría en vez de arquitectos de ella — es en ése lugar donde el Dios que acompaña, a quien tanto anhelamos, nos encuentra.

Y tal vez, al igual que lo experimentó Job, si damos un gran salto de fe para unirnos a Dios en ese lugar incierto, puede ser que las palabras que Dios nos ofrezca no sean del todo reconfortantes, o sobre el tema que deseábamos discutir.

Es por esto que muy pocos encuentran el camino que conduce a la sabiduría — porque la búsqueda de la sabiduría en sus etapas posteriores requiere que dejemos ir de nuestras agendas y que nos abramos a la de Dios.

Y sin embargo ésta es la búsqueda de un discípulo de Cristo: un dejar ir intencional del proceso de transformación y de sus recompensas aparentes, y la resignación de aceptar que un tipo de trayectoria tan vuelta al revés a veces conllevará desafíos y privaciones.

Jesús les dice a los hijos de Zebedeo que dejen ir de sus sueños de gloria y que adopten de lleno vidas de servicio si realmente quieren encontrar la plenitud y la grandeza de Dios.

Al igual que Job — con su pedido de una audiencia y un juicio justo — Santiago y Juan no saben realmente lo que le están pidiendo a Dios, y Jesús busca volver a enfocarles la atención en el servicio — el camino que los llevará a donde quieren ir.

Nosotros, que hemos caminado con Job durante estas últimas tres semanas, no somos ajenos ni a las gracias inmerecidas que han sido derramadas sobre algunos, ni a los clamores de los que sufren y se encuentran solos en nuestro mundo.

Somos un pueblo que abarca tanto la alabanza como el lamento, y que justamente busca el entendimiento y la sabiduría de nuestro Dios.

Hoy en día nuestro desafío es cómo continuar cuidando y acompañando a los que sufren, a los heridos, y a los que están cansados y hartos, a la vez que damos un paso audaz de fe para entrar en el torbellino atemorizante que se encuentra al final de nuestra habilidad de entender.

Intercambiar las palabras vacuas y la certeza por manos de servicio, y entregarnos al Dios al que no controlamos, y que tampoco nos controla, pero que nos llama a movernos a la incertidumbre que yace al final de nuestra comprensión actual.

Un salto así requiere fe y fortaleza, especialmente cuando uno se encuentra resquebrajado y expuesto por el sufrimiento, y las energías flaquean.

Pero, si da ese salto, Dios l@ encuentra ahí.

A lo mejor no el dios que usted esperaba, pero el Dios que es… el Dios que nunca l@ abandona.


[1] Job 35:13-14