¿Quiénes estamos llamados a ser en Cristo?
¿Qué estamos llamados a hacer como cristianos en un mundo difícil y díscolo?
¿Por qué el bautismo es tan importante para la iglesia y para nuestras propias vidas?
El primer domingo después de la Epifanía — cuando el destello del oro y el aroma del incienso y de la mirra se encuentran todavía suspendidos en el aire de la historia bíblica — es un domingo de bautismo.
El Evangelio de Marcos, que en general se considera el primer Evangelio en haber sido escrito, no comienza con una narrativa de nacimiento o con una genealogía, sino con figuras proféticas en el desierto y con un rito de iniciación y transición.
Escuchamos la historia de Juan el Bautista, quien se alza en el espacio liminal del río Jordán — entre la tierra prometida y el desierto guarida de los demonios — y quien llama a cada uno y a todos a una nueva vida de arrepentimiento.
Si estamos familiarizados con nuestras Biblias, oímos en el llamado de Juan ciertos ecos de Elías, y quizás recordamos que los ritos de purificación formaban parte normal y frecuente de ser un judío fiel de esa época.
Pero el llamado de Juan es a una preparación que va más allá de lo normal.
Invita a cada uno y a todos a prepararnos para un nuevo cielo y una nueva tierra — a pasar a través de las aguas de la creación de una manera simbólica que nos conducirá a nacer de nuevo y a una nueva vida.
Aunque el relato de Marcos es parco, lo asombroso es que uno de los pocos que responde al llamado de Juan es Jesús.
Es la primera vez que Jesús aparece en la historia, y lo hace en el espacio entre dos realidades — entre la tierra prometida y el desierto, entre la vida anterior y la vida nueva, entre lo que ha sido y lo que está por venir.
Jesús es bautizado por Juan y así empieza el resto de la historia, desde el ministerio público hasta la crucifixión y resurrección.
Juan estaba convencido que Jesús era aquél que esperaba — el Mesías que conduciría a su pueblo, de una vez y por todas, a una relación justa con Dios.
Y la convicción de Juan era que su bautismo de arrepentimiento era precursor al bautismo del Mesías, compuesto de fuego y del Espíritu Santo.
Tanta expectativa, tanta esperanza, tantas preguntas sobre las implicaciones del bautismo.
En vez de simplemente recordar hoy el bautismo de Jesús y seguir andando de paso, me parece que, en esta época peculiar de pandemia, es apropiado que emprendamos una exploración más amplia del bautismo.
Quiero así invitarlos a emprender un viaje conmigo y con la comunidad de San Pablo según exploramos el Bautismo y sus implicaciones durante las próximas semanas.
Pero, más que un sencillo ejercicio mental, quiero invitar a todos los que se unen a este viaje exploratorio a que consideren tomar una acción a la conclusión de nuestra búsqueda.
La iglesia primitiva veía la gran fiesta de la Vigilia de Pascua de Resurrección como EL momento más apropiado para bautizar a nuevos miembros en el Cuerpo de Cristo y, consecuentemente, para que toda la comunidad renovara su fe y su misión.
*Por lo tanto, invito a todos aquellos que no han sido bautizados todavía, y que desean serlo, a unirse a nosotros en estos próximos meses de preparación y a ser bautizados el sábado 3 de abril en la Vigilia Pascual de Resurrección.
*Y a todos aquellos que ya han sido bautizados los invito a reafirmar públicamente sus votos bautismales en el mismo servicio — tanto como señal de compromiso con los que están siendo bautizados ese día, como con intención de su propia renovación.
En las semanas que vienen, a través de la Epifanía y de la Cuaresma, vamos a examinar juntos distintos aspectos del pacto bautismal y a explorar sus consecuencias para nuestra vida conjunta.
Si desea ser bautizada(o) o desea reafirmar públicamente sus votos bautismales, ¡por favor póngase en contacto con nosotros! Envíenos un correo electrónico a baptism@stpaulsrome.it y nos pondremos en contacto con usted, indicando los próximos pasos a seguir más allá de continuar con los servicios dominicales y los sermones.
Hoy recordamos el bautismo de Jesús: el rito de transformación que es nuestro modelo del sacramento que continuamos celebrando.
El bautismo de Jesús tiene que ver con una conexión, con salvar y sanar las brechas tradicionales entre lo sagrado y lo profano, lo terrenal y lo celestial, la tierra prometida y el desierto.
Nosotros que hemos sido bautizados en su nombre compartimos su bautismo y el significado de éste, pero tenemos con nosotros el elemento adicional de ser bautizados con el Espíritu Santo, que nos une íntimamente a todo lo que Jesús era, es y será.
Nuestras vidas y ministerios fluyen de las aguas del bautismo de Jesús y de la resurrección que ha sido compartida con nosotros a través del don del Espíritu Santo.
¿Qué diferencia hace esto en la manera en que vivimos y en la manera en que nos comportamos como individuos? ¿Cómo informa esto las decisiones que tomamos como comunidad de fe en un mundo difícil y divisivo?
Vengan y vean, querido pueblo de Dios, en los próximos meses. Hagamos juntos este viaje al Jordán para ser restaurados y refrescados para el peregrinaje de nueva vida que pasa continuamente a través de las aguas del bautismo.