Tú eres mi Hijo amado, mi preferido. El meditar en estas palabras nos tiene que llenar de alegria y gozo, por el simple motivo de saber que nuestro Padre Dios nos ama con infinito amor, todos y cada uno de nosotros somos sus hijos predilectos.

En esta increíble y fantastica historia de amor es Dios que siempre toma la iniciativa, es El, el que siempre esta mostrándonos los caminos y la via para serle fiel a su amor, serle fiel a su pacto de amor.

Nosotros los discípulos de Jesús, tenemos que ser concientes que nuestro Maestro, es el hijo amado de Dios, El es su preferido, esta bellísima realida nos tiene que llevar a escucharle y seguirle siempre.

Sobre él he puesto mi espíritu. Este texto del profeta Isaías está anunciado proféticamente cuál es el espíritu que llenará y guiará la vida del Mesías. Será un espíritu manso y fuerte a la vez, justo y misericordioso, luz y guía de los pueblos. Su misión será promover la justicia y el derecho, acordándose siempre de los últimos y de los más débiles.

En Jesús de Nazaret se hará realidad este texto, cuando Jesús instaure en la tierra el reino de Dios. Nuestra misión, como cristianos, es luchar con todas nuestras fuerzas para que este reino de Dios, anunciado por Jesús, se haga realidad en el mundo en el que nosotros vivimos.

El Señor bendice a su pueblo con la paz, esa paz de la que nos hablan los salmo, o también de la que nos habla los Hechos de los Apóstoles “la paz que nos traería Jesucristo durará para siempre. Esta es la paz que predicó Jesús de Nazaret, “ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos”.

Este puede ser un buen propósito para iniciar con pié derecho este nuevo año. Trabajar por la paz y la justicia, haciendo siempre el bien y tratando de ayudar a todas las personas que, por las causas que sea, se sienten oprimidos por el mal, por las injusticias y por todo lo que en nuestro mundo no va. Que el Señor nos bendiga a todos con su paz.

Recordemos el compromiso de nuestro Bautismo, para de esta manera transformarlo en algo vivo y no un simple recuerdo muerto. En él se nos dio el Espíritu Santo y Dios Padre nos ve tan importantes que sigue gritando sobre cada uno de nosotros, igual que cuando salimos de la fuente bautismal: ¡Estos y estas son mis hijos amados e hijas amadas.

Qué espera Dios de nosotros después de este increíble prodigio? Únicamente que nos mantengamos en esa vida divina que Él nos infundió, ¡que vivamos nuestro Bautismo! Y lo vivamos con la fe, la oración, la esperanza, el amor hacia todo el que nos necesita y la justicia en nuestro actuar y en nuestro compromiso en la construcción de un mundo mejor.

Sobre cada uno de nosotros ha bajado el Espíritu Santo y gozamos de la vida que el Padre da a los creyentes por medio de Jesús nuestro Redentor. Esta riqueza tan grande de dones nos exige una única tarea, que el apóstol Pedro no se cansa de indicar a los primeros cristianos, recordando que Jesús “pasó haciendo el bien”, construyendo de esta manera la civilización del amor.

El bautismo nos da el Espíritu Santo, la fortaleza que necesitamos los cristianos para dar testimonio con nuestra vida donde nos encontremos. Un testimonio de verdad, justicia, amor, generosidad, entrega, servicio. “Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones”.

El bautizado se convierte en un Testigo del amor de Dios Padre, este testimonio en muchas ocaciones se nos pedirá darlo públicamente. El bautizado esta llamado a dar testimonio cada día con su vida, en lo cotidiano, en el trabajo, en la familia, con los amigos, de una manera callada, sencilla, servicial y natural.

El bautismo nos hace fuertes, nos ayuda a vivir la vida con energía y con pasión para el bien de nuestra sociedad, de nuestra Igleisa y de nuestra comunidad. El bautizado, con la fuerza del Espíritu, “no vacilará ni se quebrará”. Cristo nos envía al mundo para ser sal y luz, levadura en la masa.

“Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones”. El Señor nos lleva de la mano, nos acompaña siempre, nos pensó desde que estábamos en el seno materno, nos encomienda la tarea de ser “alianza” y “luz”. “Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, des la luz a los que habitan en las tinieblas”. Un cristiano tiene mucho que hacer en este mundo nuestro, porque hay mucho “ciego”, “cautivo” y “en tinieblas”. Todo esto lo vivió Cristo en su vida.

El que se bautiza se hace otro Cristo para asumir esta tarea en medio del mundo. Hoy es un buen día para revisar y actualizar la fe que recibimos en nuestro bautismo y también como la estamos compartiendo con los más pequeños y más frágiles de nuestra sociedad.

En cada Eucaristía renovamos nuestra fe y nuestro compromiso con Jesús para seguir siendo esos hijos amados, que no se esconden, sino que están orgullosos de adorar a un Dios lleno de amor y misericordia. En este día que celebramos el Bauitizo del Señor y recordamos también el nuestro, demos mucho amor, paz y serenidad a todos al nuestro alerrederor , renovando así las promesas que nuestros padres y padrinos hicieron por nosotros aquel día. Amén!