En este día de gran fiesta en el que nuestro señor Jesucristo entre triunfante en Jerusalén, sería muy importante que también nosotros nos unamos con todo nuestro ser a esta inmensa alegría, por que Cristo, hoy como en aquel tiempo, continua a pasar a nuestro lado y con su gesto y su mirada nos invita a considerar su vida, pasión y muerte, como un sacrificio de alabanza al Padre y de expiación por nuestros pecados.

El domingo de Ramos, antes de todo es un domingo de mucha alegría. En la liturgia de este domingo lo encontramos a nuestro Señor entrando como un verdadero Rey a la Ciudad Santa, entre palmas, gritos de júbilo y aplausos, además la liturgia de este domingo nos revela toda la Pasión. Esta celebración inicia con la hermosa procesión y cánticos de triunfo y alabanzas al Hijo de David, para terminar con el relato de la Pasión y muerte de nuestro Señor.

Los que aclamaron como Hijo de David a Jesús de Nazaret lo hicieron porque lo veían como un profeta que venía a salvarles; cuando pidieron a Pilato que lo crucificara lo hicieron movidos por los intereses de los jefes y líderes del pueblo, que veían en Jesús de Nazaret a una persona que denunciaba sus hipocresías, su prepotencia y sus egoísmos e intereses políticos y religiosos. Se dejaron convencer y manipular ingenuamente por personas que no buscaban el bien del pueblo sencillo y humilde, sino sus propios intereses egoístas.

Por desgracia, ayer como hoy la historia se repite, cuántos de nosotros vamos nada más atrás del bullicio, del querer estar pero sin saber porque, cuántos de nosotros nos dejamos manipular por la charlatanería interesada y corrupta de los jefes y líderes del momento y lo peor es que cuando nos piden de comprometernos nos tiramos para tras, muchas veces por miedo o conveniencia.

Actuando así, también hoy con nuestra cobardía e indiferencia continuamos a crucificar a Cristo en tantos hombres y mujeres inocentes. También a nosotros, los medios de comunicación y los jefecillos y líderes de turno nos manipulan, hasta tal punto que hechos, opiniones y principios que habíamos considerado siempre justos y razonables, de repente nos parecen anticuados, injustos y hasta ridículos.

Es evidente que la vida progresa, cambia y avanza, pero no es menos evidente que muchos cambios y progresos de nuestros días no favorecen ni enriquecen nuestra vida, ni nuestras costumbres.

En este día es muy importante que recordemos de donde venimos, recordemos nuestras raíces, para así, no olvidar jamás las lindas tradiciones religiosas y valore inmutables que nuestros padres nos inculcaron cuando éramos pequeños.

Hoy la palabra nos invita a meditar sobre el “Siervo de Yahvé” los judíos veían representado al pueblo de Israel perseguido e incomprendido por los otros pueblos. Los cristianos vemos en el “Siervo” la prefiguración del Mesías sufriente, que en la cruz recibe insultos, que ofrece la espalda a los que le golpean. No es un loco ni un necio, sino alguien que se fía de Dios y cumple su voluntad. Por eso, no se acobarda ni se echa atrás ante el sufrimiento o la misma muerte. Sabe que el Señor le ayuda y que no quedará avergonzado.

Por la cruz se llega a la luz, la humillación de Cristo es la puerta que conduce a la glorificación. El centurión desvela todo el enigma que San Marcos ha mantenido en secreto durante todo su evangelio. Sólo en la cruz se desvela el misterio. Ese Jesús crucificado es “verdaderamente el Hijo de Dios”, es el Cristo, Mesías Ungido y esperado por el pueblo. Estas palabras nos introduce en el misterio pascual, esto es a la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor que vamos a celebrar en el Triduo Santo.

Jesús en este domingo de Ramos es aclamado por los iluminados, por aquellos que se abren a la acción salvadora de Dios. Todo esto gracias a Jesús se entra en el mundo, asume el dolor de todos los hombres y mujeres que hoy son “crucificad@s”. Jesús con su mensaje de amor y de liberación entra en nuestros corazones, entra en nuestra familias y en nuestra sociedad, anuncia y denuncia, con su ejemplo de vida nos invita a no quedarnos con los brazos cruzados a dejar a un lado la mediocridad, a jugarnos nuestra vida, apostando que días mejores son posibles, nos invita a reconsiderar de que el Renacer de la Esperanza es posible.

Hoy nuestro Señor nos invita a luchar por acabar con todo aquello que degrada la humanidad, que la humilla y la hunde en el abismo de las tinieblas. Fue valiente, por eso le mataron tanto el poder político como el religioso. Pero, querido hermanos y hermanas, Jesús sigue muriendo hoy día. Nosotros seguimos crucificando a muchos “cristos” y continuamos gritando con nuestra mediocridad e indiferencia ¡Crucifícalo!

Muchos hombres y mujeres hoy en día continúan viviendo su pasión: mujeres maltratadas, niños esclavizados, desocupados cansados de buscar trabajo, millones de personas que mueren de hambre. Muchas de las veces estas palabras nos parecen absurdas e irreales, pero por desgracia es la cruda realidad.

Hoy, domingo de Ramos; ¿Con qué personaje de la pasión nos identificamos, talvez con Pedro que le negó tres veces, con Judas que le traicionó, con el pueblo que lo recibe como Rey, o con Juan y las mujeres que le acompañaron?

Al iniciar la semana más importante para todos nosotros y meditando la Palabra de hoy, nos encontramos delante de sentimientos entrecruzados. Sentimientos de gozo, al ver cómo Jesús es aclamado y sentimientos de tristeza por que a pesar de todos sus milagros, Cristo será llevado al patíbulo.

Con esta celebración, también nosotros entramos a la ciudad Santa Jerusalén, para acompañar a nuestro Señor que nos invita a vivir con El auténticas horas de pasión, entrega, amor, donación, sacrificio y muerte.

A Jesús hoy lo encontramos adelante de la procesión, va a la cabeza, no se esconde. Hoy, su rostro es halagado por miles de palmas y muchos gritos de alabanza, pero, el viernes santo, será abofeteado por la burla, la incomprensión y deseos de venganza. En ninguna de las dos situaciones, Jesús, se echó atrás. Sabía que, su misión, iba a ser probada por diversos contrastes: gloria y desdicha, triunfo y fracaso, júbilo y desnudez.

Con Cristo, en este domingo de ramos, iniciamos una impresionante peregrinación hacia el culmen de su misión terrena. Vamos con El y además, lo hacemos siguiendo sus indicaciones. El Señor quiere celebrar la Pascua con todos y cada uno de nosotros; ¿por qué no vivirla como si fuera la primera vez? ¿Por qué no vivir intensamente cada gesto, cada oración, cada palabra y cada silencio que nos conducen hacia el rostro auténtico de Dios?

En nuestras manos esta el poner todo para celebrar de la mejor manera su triunfo final, la Iglesia en sus liturgias de esta semana nos ofrece importantes momentos de intimidad con nuestro Dios de misericordia y de amor. Aprovechemos estos momentos y permanezcamos en oración mientras caminamos con Jesús hacia el calvario. Amen!