Cristo ha resucitado. ¡En verdad ha resucitado! Este es el alegre anuncio y la absoluta verdad de este domingo de fiesta, este es el clamor alegre que reina en el corazón de todos nosotros, esta es la buena nueva que alegra y hace regocijar a los creyentes. ¡Cristo ha resucitado!

La Pascua no es simplemente una fiesta entre otras fiestas, es «la fiesta de las fiestas», es la fiesta por excelencia, así como la Eucaristía es el sacramento de los sacramentos. La resurrección de Cristo es la intervención suprema de Dios en la historia de la humanidad. Es la certeza absoluta de que Dios vive entre nosotros. El es dueño y señor de la vida y de la muerte. La resurrección de Cristo es la razón de nuestra fe.

La resurrección es el sello de la autenticidad divina de Cristo y de la verdad de su Evangelio. La resurrección, de hecho, atestigua que Cristo es verdaderamente lo que él afirmó ser, esto es, el Hijo del Dios altísimo, el hijo del Dios viviente.

Por esta razón, el fundamento de nuestra fe es la resurrección. Cristo con la resurrección se adueño de los títulos más sublimes, tales como: el Príncipe de todas las cosas en el cielo y en la tierra, el dueño y señor de toda la creación, el Rey de vivos y muertos.

A cristo resucitado tiene que ir todo honor y gloria, a él toda nuestra devoción y confianza, para poder proclamar convencidos con fuerza y coraje: ¡mi Señor y mi Dios!, Porque, como lo dice San Pablo: si Cristo no hubiera resucitado, vana fuera nuestra fe.
El amor a Cristo se encanala en las vías de nuestros caminos y el cristianismo continúa su viaje a través de la historia de todos los hombres y mujeres que abran sus corazones a su amor, porque puede contar con la presencia de Cristo que se hizo hombre, murió en la cruz, fue sepultado y resucitó al tercer día.

La carrera apresurada de Pedro y Juan refleja el camino de cada uno de nosotros hacia la fe en el misterio del Cristo resucitado y en esa aventura está representada la aventura de cada creyente. Es la carrera hacia la certeza de la resurrección, certeza que invadió el mundo entero, la historia humana se invadió de la certeza de que Dios esta con nosotros, de que Dios no nos ha abandonado sino que esta en medio de nosotros, viene con nosotros. El es nuestro compañero de viaje mientras peregrinamos por este mundo.

Cristo, con su resurrección dio una nueva dimensión al género humano, irrumpió en la historia humana, dándole poder sobre todos los reinos de este mundo, liberando la humanidad de toda esclavitud y dando a todos los que por amor lo reciben en sus corazones el título de herederos del Reino eterno.

En él, todo el mundo, el cielo y la tierra han resucitado; de hecho, con su victoria se inauguran los nuevos cielos y la nueva tierra. Su victoria sobre la muerte, nos ha hecho también a nosotros inmortales por que su victoria es también nuestra victoria.

El Cristo resucitado es el comienzo de una nueva humanidad, en este día todos tenemos que redescubrir absolutamente con alegría y asombro que, para todos, la resurrección es el don pascual de la luz, que hace escapar la oscuridad, que ahuyenta el miedo y la tristeza. Hoy debemos redescubrir que la resurrección para todos es el regalo de la paz que rompe las cadenas de la violencia y el odio.

El resucitado, nos trae los dones más preciosos, nos trae alegría y paz. En el paz a ustedes que dirige a sus discípulos esta toda nuestra historia. Porque el sentir su paz, tiene que llevarnos a sentirnos contentos, a vivir sin agobios, sin miedos, a vivir ilusionados con lo que somos y con lo que tenemos; nos tiene que llevar a afrontar la vida con fortaleza y serenidad por difícil y penosa que esta sea.

Hoy, en este día de Pascua, en este día de alegría, paz y gozo, todos estamos invitados a orar por aquellos que en el mundo sufren violencia y odio, fruto de una sociedad hedonista y egoísta. Hoy el Señor nos invita a salir de nuestras tumbas, nos invita a ir por los caminos de vida haciendo el bien, así como el lo hizo; por que Él cuando anunciaba la liberación, liberaba, cuando proclamaba el perdón, perdonaba, cuando toca al leproso lo cura.

Toda la vida del cristiano debe ser una continua Pascua, es de vital importancia, transmitir, comunicar a nuestro mundo, a nuestra sociedad a nuestra comunidad, a nuestras familias, al medio en el que trabajamos o estudiamos; que un mundo nuevo es posible, que la serenidad, la esperanza y la confianza que surgen de la certeza de la resurrección de Cristo está entre nosotros.

Los primeros apóstoles anuncian la resurrección de los muertos en la persona de Jesús. Desde aquí está claro que la resurrección es la verdad esencial en la vida de todo cristiano, este grandioso hecho certifica con absoluta certeza que después de esta vida hay vida eterna.

En el Cristo resucitado verdaderamente somos hijos del Dios de vivos. Así encontramos que el ser humano creado a imagen y semejanza de Dios, tiene todas las cualidades de ser poseedor de la vida eterna.

La Pascua es la esperanza definitiva de que con la Resurrección de Cristo, también nosotros resucitaremos y que nuestra historia no se acaba en nuestra sepultura, sino que después de este mundo nos espera el gozo eterno.

De esta fiesta de la esperanza, llenemos nuestro corazón de la certeza de que días mejores existen y en ningún momento permitamos que nadie ni nada nos robe la esperanza, no dejemos que nos quiten las ganas de ser felices de vivir, trabajar y poder hacer de nuestra vida un continuo himno de alabanza a nuestro Dios del amor.

Mirando la vida con fe, la frase «No se dejen robar la esperanza» encuentra su fundamento, justamente en lo que celebramos hoy. La resurrección de Cristo es el verdadero fundamento de nuestra esperanza y es esta hermosa realidad la que debe llevarnos a vivir como verdaderos hijos de Dios. Amén!