Hoy empezamos una serie de varias semanas sobre el Bautismo que nos conducirá a la Vigilia de la Pascua de Resurrección el sábado, 3 de abril.
Antes de entrar más profundamente en el contenido para el día de hoy, déjenme darles una idea de cómo vamos a abordar esta serie en las semanas que vienen.
Cada semana vamos a echarle un vistazo más profundo a las lecturas del leccionario, tal como lo hacemos siempre.
Pero además de las lecturas, vamos a adentrarnos en una parte del servicio del Santo Bautismo en el Libro de Oración Común, comenzando con la Presentación y Examen de los Candidatos en la página 221 y continuando hasta el Pacto Bautismal en las páginas 224 y 225.
Si tiene un Libro de Oración Común en su casa, sería bueno que marcara estas páginas para que pueda usarlas como referencia en las semanas siguientes.
Y si no lo tiene, puede siempre encontrar acceso al Libro de Oración Común en línea a través de este enlace: https://episcopalchurch.org/files/ellibrodeoracioncomun_0.pdf
Mi esperanza es que, al abordar y acercarnos a los elementos del Santo Bautismo de esta manera, tengamos una oportunidad de reflexionar con más detenimiento sobre la importancia que éstos tienen para nuestra vida de fe.
Después de nuestro culto de hoy, y sin importar cuándo escuchen o lean este mensaje, les animo a tomar dos acciones: primero, que cada uno dedique algún tiempo a explorar con intención el tema de la semana, hasta que nos podamos reunir de nuevo los domingos.
Y segundo, por favor comparta sus reflexiones — a través del grupo “Comunidad Latina S.P.” en WhatsApp — con las demás personas que están emprendiendo el mismo camino.
¿Listos?
Empecemos entonces.
Nuestras lecturas de hoy nos proveen oportunidades maravillosas de reflexionar sobre lo que significa ser llamado.
Nos llega esta escena de Samuel, en la que somos testigos del joven profeta siendo despertado por una voz — y al principio piensa que es la voz de su mentor anciano — pero eventualmente se da cuenta que es la voz auténtica de Dios, que lo llama a una vida de profecía.
A la vez que la primera parte de la historia tiene que ver con Samuel y Elí tratando de determinar si el llamado proviene de Dios o de otro lado, la segunda parte tiene que ver con las implicaciones de ser llamado.
Resulta que la primera tarea de Samuel como profeta llamado por el Señor es de darle una noticia terrible a su querido mentor Elí.
Con miedo a las implicaciones y con miedo a decir la verdad, Samuel eventualmente transmite la palabra de Dios, después que Elí lo anima a hacerlo, y así comienza toda una vida de servicio y fidelidad a Dios, mucho más allá de cualquier lealtad a ningún rey u otra figura de autoridad terrenal.
En en el Evangelio de hoy somos testigos del momento en que Jesús llama a Felipe a venir y a seguirlo.
Pero hay un elemento adicional en esta historia de llamado y tiene que ver mucho con lo que entendemos sobre cómo funciona el Bautismo:
Después que Jesús llama a Felipe y que éste responde al llamado, es Felipe mismo quien llama a Natanael a “venir y ver” de qué se trata este Jesús.
Toma el que Felipe anime y presente a Natanael para que su propia relación pueda comenzar.
Así que en nuestras lecturas de hoy tenemos ejemplos de dos tipos de llamado.
Uno surge de adentro y encuentra su validación afuera, y el otro surge externamente y luego se mueve hacia adentro, a ser validado internamente.
Tales son las maneras diversas en que nos encontramos llamados al Bautismo.
La primera tiene que ver con un llamado interior que se manifiesta en el deseo de conectarse, de manera imborrable, a la plenitud de Dios.
Esto surge en los adultos, tanto jóvenes como mayores, que son capaces de discernir el llamado de Dios en sus vidas y que entonces pueden actuar sobre ese llamado al procurar ser bautizados.
Y sin embargo el Bautismo nunca es algo que uno puede realizar solo.
Requiere una comunidad de fe, tanto para afirmar el llamado interno como para presentar el candidato a Dios para recibir afirmación sacramental.
Uno de los motivos por los cuales la Iglesia Episcopal se ha alejado de lo que fue en algún momento la práctica común de los “bautismos privados” es porque el Bautismo no es algo estrictamente entre el individuo o su familia y el sacerdote, pero es más bien un sacramento diseñado para bendecir a toda la Iglesia.
Y el motivo por el cual normalmente bautizamos en el contexto de un culto dominical regular es para permitir que toda la comunidad tenga mejor oportunidad de estar junta y participar del sacramento con todos aquéllos que procuran el Bautismo, y para que los candidatos puedan ser presentados ante todo el cuerpo reunido en asamblea.
Los adultos y los niños mayores son presentados por un padrino, tal como Felipe presentó a Natanael a Jesús. Entonces el sacerdote le hace una de las preguntas más importantes al candidato: “¿Quieres ser bautizado?”
Sin ese sentido de llamado interno — sin el deseo de continuar esta nueva vida de responsabilidad y resurrección — la vida del Bautismo tiene muy poco significado.
Porque una verdadera vida bautismal puede ser dura.
Hará de usted alguien que dice la verdad, al igual que Samuel se la dijo a Elí, aún cuando la verdad no resulta conveniente ni segura.
O, tal como le pasó a Natanael, la vida bautismal puede obligarlo a dejar atrás aquellas cosas que había asumido… cosas como “¿Acaso de Nazaret puede salir algo bueno?”… y llevarlo a buscar la santidad en su prójimo, aún a través de los defectos humanos que el prójimo pueda tener.
El deseo de responder al llamado. El deseo de ser bautizado.
Un candidato que ha sido presentado y que es mayor de edad responde a esta pregunta fundamental diciendo, “Sí, quiero.“
Es un voto fácil de decir, pero desafiante de vivir.
En el caso de los menores de edad, la responsabilidad de criar al niño en la fe — y de ser un modelo y testimonio de vida cristiana para la criatura — es asumida por los padres y padrinos que los presentan.
Para los pequeños que están siendo bautizados, el deseo de recibir el bautismo proviene de sus padres o mayores, y es ese deseo el que entonces encuentra validación a través del sacramento de confirmación cuando el niño llega a la edad.
Un llamado que surgió de afuera entonces se acepta (o no) internamente, y un llamado que surgió internamente encuentra validación externa.
Tales son las maneras en que venimos al Bautismo y las formas en que llegamos a compartir plenamente la vida de Jesús.
Quizás usted desea ser bautizado pero se pregunta: “Si deseo ser bautizado, ¿quién me presentará?“
El expresar su deseo de ser bautizado lo llevará al principio de una relación de fe entre usted y su madrina o padrino, y entre usted y la Iglesia más amplia.
Contamos con personas arraigadas en la fe que están dispuestas a apadrinar candidatos y a presentarlos para ser bautizados.
El padrino o la madrina puede ser cualquier cristiano bautizado que haya demostrado estar comprometido con vivir su llamado bautismal y que pueda servir como modelo y guía fiel. Puede ser desde cualquier familiar inmediato a cualquier otro cristiano con experiencia que forme parte de esta comunidad local de la iglesia.
Al igual que Felipe llevó a Natanael a Jesús, una madrina o un padrino debe conducirlo a Jesús y caminar con usted como compañero en el camino del amor que Jesús predica.
Y una vez establecida esa conexión, se espera que USTED también traiga a otras personas a Jesús y que también les sirva como compañero.
Si ya ha sido bautizado pero desea hacer una “profesión madura de fe”, yo seré su padrino y lo presentaré ante el Obispo para la confirmación, después que hayamos podido charlar sobre los preparativos adicionales que se necesitan hacer más allá de esta serie.
Y si fue bautizado como adulto y quisiera reafirmar esos votos, me encontraría igualmente honrado a presentarlo ante el Obispo para su reafirmación.
Por ahora, lleguemos a las preguntas sobre las cuales meditar y reflexionar esta semana.
Si no ha sido bautizado todavía, empiece con estas preguntas: ¿Deseo ser bautizado? Si la respuesta es “sí”, ¿qué relación tiene ese deseo con la manera en que ordeno mi vida personal en estos momentos de preparación y después del bautizo, como resultado?
Si ya ha sido bautizado, entonces esta es la semana para hacerse la pregunta: ¿Cómo sería diferente mi vida si mi bautismo fuera el núcleo de mi identidad — y el llamado fundamental de mi vida?
El deseo y el llamado van mano a mano, y tanto marcan el principio de un viaje al que denominamos la vida bautismal, como también son referentes necesarios a los cuales tenemos que seguir regresando a lo largo del camino.
Que Dios despierte en usted esta semana el deseo por algo más, y que en las semanas que vienen seamos todos re-presentados al llamado que el bautismo hace en nuestras vidas.