Jesús encuentra a su afligida madre

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos:
Que por tu santa cruz has redimido al mundo.

¿A quién te haré semejante, hija de Jerusalén? ¿A quién te compararé para consolarte, oh Virgen hija de Sión? Porque grande como el mar es tu quebranto. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. El Señor será tu luz eterna, y tus días de duelo terminarán.

V. Una espada traspasará también tu propia alma:
R. Y llenará tu corazón de amarga pena.