La semana pasada, el Obispo Mark nos guió a través de un punto de inflexión en nuestra exploración del Bautismo.
Durante varias semanas hemos estado “despejando los obstáculos”, como dijo él, y alejándonos de los viejos hábitos, las viejas formas de ser y las viejas narrativas que no nos conducen a una relación más cercana con Dios ni con nuestro prójimo.
Después de hacer esto, afirmamos nuestras creencias con las palabras del Credo de los Apóstoles, proclamando la fe de la Iglesia y lo que creemos ser la verdad sobre las tres personas de la Trinidad y sobre este proyecto llamado la Iglesia.
Hoy comenzamos con la primera de varias afirmaciones sobre la diferencia que marcan estas creencias en la manera en que vivimos nuestras vidas e interactuamos los unos con los otros.
“¿Continuarás en la enseñanza y comunión de los apóstoles, en la fracción del pan y en las oraciones?”
¡Hay mucho que desempaquetar en esta pregunta!
Si vamos a responder, “Así lo haré, con el auxilio de Dios”, entonces es importante que tengamos una sensación de lo que significa cada uno de estos elementos.
Empecemos con la enseñanza y comunión de los apóstoles.
A un nivel literal estamos afirmando que la fe que nos ha sido transmitida por aquéllos que fueron los más cercanos a Jesús cuando él comenzó su ministerio en Galilea *y* la fe de aquéllos como nuestro patrón San Pablo — cuyo encuentro con el Señor Resucitado transformó sus vidas y los hizo obreros incansables en la viña de nuestro Dios — ésa es la fe que estamos llamados a asumir y a transmitir.
Esta enseñanza está firmemente arraigada en las expectativas mesiánicas plantadas en el suelo del judaísmo e implica una afirmación del lugar central de Dios en el orden del cosmos y de nuestra vida común.
Parte de lo que estamos diciendo es que vamos a adherirnos al espíritu de fe que nos ha sido transmitido, a la vez que reconocemos que hacer esto significa permitir que esa fe antigua le hable al mundo actual y lo transforme.
Es un equilibrio delicado y requiere la ayuda de Dios para lograrlo.
El gran arco de la fe del judaísmo al cristianismo se encuentra siempre susceptible a aquéllos que desean hacer mal uso de él y manipularlo con el propósito de sacar provecho egoísta.
Nuestra propia época podría apuntar a tele-evangelistas oportunistas, a sacerdotes predatorios o incluso a políticos impulsados por su ego que recitan sólo la cantidad suficiente de versos bíblicos para ganar elecciones, pero quienes todos se han desviado de la enseñanza y la comunión de los apóstoles, las cuales tienen como su centro la servidumbre, la confianza radical en la comunidad y la relación correcta.
Pero ninguna generación jamás ha constituido la edad de oro de la ortodoxia perfecta, la cual muchos añoran con nostalgia.
Desde el arca de Noé, hasta Elías y los profetas de Baal, hasta Jesús purificando el templo en el Evangelio de hoy: Al pueblo de Dios — a *nosotros* — continuamente se nos tiene que recordar que debemos mantenernos fieles a la esencia de nuestras convicciones y no dejarnos seducir por alternativas que resultan más llamativas, pero vacías.
La enseñanza y la comunión de los apóstoles se tratan de traducir en acción tangible las creencias que profesamos en Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.
Y la forma en que tradicionalmente hemos hecho esto es reuniéndonos juntos, alabando a Dios juntos, contando nuestras historias de fe, interpretándolas a la luz de nuestra época actual y fortaleciendo los lazos de comunión que nos unen.
Ha pasado casi un año completo desde que nuestras maneras normales de hacer todo esto sufrieron un cambio radical debido al Covid, y hemos tenido que buscar nuevos modos de recordar juntos, de reunirnos virtualmente y de mantener nuestros lazos de afecto a través de las distancias sociales.
No hemos podido partir el pan eucarístico juntos cada semana, y eso ha sido muy duro.
Compartir la Santa Eucaristía los unos con los otros es una parte fundamental de esta promesa de continuar en la fracción del pan — una promesa que nos conecta con la fuente de nuestra vida resucitada en Jesús y los unos con los otros en el Cuerpo místico de Cristo.
Pero continuar en la fracción del pan es algo más grande que simplemente participar en la fiesta eucarística los domingos, aún dado lo importante que es eso.
Significa también sentarse en la mesa y compartir comida, conversación y vida.
Significa permitir que nuestro pan de cada día sea partido y compartido con otros — ya sea pan físico en forma de comida o dinero, o pan espiritual en forma del anhelo y propósito de nuestro corazón.
En esta nueva era de conectividad en línea y de distanciamiento social, partir el pan juntos se trata de compartir juntos la hora del café después del culto dominical, o la Sopa y Cena Cuaresmal con amigos en la Convocación de Iglesias Episcopales en Europa, y de servir desayunos diarios para nuestros huéspedes refugiados a través del JNRC.
En estos días tenemos que ser creativos para aferrarnos a esta promesa bautismal, pero podemos hacerlo con la ayuda de Dios.
Por último, esta semana afirmamos que continuaremos en las oraciones.
Creo que lo más importante que podemos decir sobre esto es que el tipo de oraciones en las que estamos llamados a continuar no toman sólo una forma tradicional.
Tienen a Dios en el centro, con la humildad y la paciencia como guías, y están inmersas en la esperanza de autenticidad.
Las oraciones no son sólo palabras, ni son principalmente palabras.
Más bien, son una orientación de nuestras almas hacia Dios y hacia la comunión con otros seres en el mundo creado.
Cuando aceptamos continuar en las oraciones, estamos aceptando rezar junto con otras personas de las maneras formales que nos han sido transmitidas a través de la Iglesia.
Pero también estamos aceptando permitir que nuestras vidas enteras se conviertan en una oración activa, muy a la manera de los grandes santos a quienes veneramos — Francisco y Clara, la Madre Teresa y Martin Luther King, Jr.
Hacer esto requiere estar arraigado en el rico suelo de nuestra tradición litúrgica, especialmente en lo que proviene de la Iglesia Episcopal.
Requiere la capacidad de discernir entre lo que es una perversión de la enseñanza y la comunión de los apóstoles, y lo que es auténtico.
Y, más que nada, requiere estar conectados los unos a los otros a través del compañerismo, la fracción del pan y las oraciones.
Nosotros — que aceptamos hacer esto y pedimos la ayuda de Dios para realizarlo — estamos haciendo un esfuerzo consciente de asegurarnos que nuestras creencias son más que meras palabras en una página o castillos en el aire.
Buscamos seguir los pasos de nuestros antepasados y permitir que sus esfuerzos y sacrificios animen los nuestros.
¿Qué maneras podrías encontrar esta semana de traducir tus creencias en acción — de continuar en la enseñanza y la comunión de los apóstoles, en la fracción del pan y en las oraciones?