Este domingo celebramos una de nuestras principales fiestas: el Día de Todos los Santos.

Es un momento en el que recordamos a los que nos han precedido en la fe y un momento para unirnos para fortalecer los lazos de afecto entre nosotros.

Esta temporada silenciada por la pandemia ha acortado la vida de muchos de los santos y también ha restringido nuestra capacidad de reunirnos físicamente para dar gracias y recordar en nuestros espacios sagrados.

Mientras los amigos en los Estados Unidos se preparan para una semana de incertidumbre con respecto a las elecciones, y mientras el año en el hemisferio norte se enfrenta a los fríos vientos del invierno, es más importante que nunca recordar de qué se trata la santidad y celebrar su presencia en nuestra comunidad.

Si bien disfrutamos alabando a los superhéroes de la fe, figuras como Francisco, María Magdalena, Martin Luther King, y Teresa de Ávila, la realidad es que la santidad es parte integral de ser un cristiano bautizado.

Las palabras de Jesús en las Bienaventuranzas sobre quiénes son los bienaventurados fueron dirigidas a una multitud llena de personas cuyas vidas fueron, estoy seguro, una mezcla de comportamientos y acciones buenas y no tan buenas.

El llamado que recibieron todos, sin importar quiénes fueran, fue el de avanzar hacia la bienaventuranza, y particularmente una bienaventuranza que no se basaba en el sistema de méritos del Imperio Romano ni en el sistema de méritos de las élites gobernantes de su época, sino en el sistema de mérito al revés (del ser siervo de todo para ser grande) que Jesús estaba proclamando.

Una vez que se completó la santificación de esa multitud y del mundo entero a través del escándalo de la cruz y la redención de la resurrección, quedó claro el camino verdadero a la bienaventuranza eterna.

El bautismo en el Cuerpo de Cristo ES el camino, y somos santificados y hechos “santos” a través del misterio de ese sacramento y la comprensión de las implicaciones del bautismo a lo largo de nuestras vidas.

Los “santos superhéroes” son miembros de nuestra tribu que han demostrado especialmente cuán brillante puede ser la luz de Cristo a través de nosotros cuando tomamos nuestro bautismo en serio y actuamos en consecuencia.

Pero cada uno de nosotros ya se cuenta entre los santos, no por lo que haremos ni por lo que hemos hecho, sino porque Cristo ya nos ha llevado allí.

Saber que tu eres este tipo de santo y comprender mejor las responsabilidades que conlleva aceptar nuestro llamado bautismal, nos permite trabajar con nuestros hermanos santos de maneras matizadas.

Podemos defender la justicia en la plaza pública mientras abogamos por un mundo que esté de acuerdo con los estándares del Evangelio, Y podemos enfocarnos más intensamente en refinar nuestras propias asperezas en lugar de enamorarnos de corregir los defectos de los demás.

Podemos asumir la responsabilidad de ser líderesen medio de días oscuros, al mismo tiempo que abrazamos la humildad necesaria para seguir a donde Cristo nos está llevando.

Podemos recordar que no somos más que polvo, y al polvo volveremos, recordando también que nada: “ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni gobernantes, ni lo presente, ni lo por venir, ni poderes, ni altura, ni la profundidad, [ni la pandemia], [nor pandemic]ni ninguna otra cosa en toda la creación, podrá separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús nuestro Señor”.

Que se sientas consolado al recordar y celebrar a los santos que hemos perdido este año y en años pasados.

Que seas fortalecido para reclamar tu lugar como santo viviente mientras sigues el camino del Señor.

Y que las distancias entre nosotros —las partes rotas, las divisiones sociales y los kilómetros y millas— sean superadas por el amor todopoderoso de Dios.