En tiempos de gran dificultad e incertidumbre, ¿hacia dónde y hacia quién te vuelves? ¿A quién acudes?
La semana pasada hablamos de lo que significa tornarnos hacia Jesús y aceptarlo como nuestro Salvador.
Hoy exploramos la quinta parte de nuestra serie sobre el Bautismo, haciendo hincapié en los temas de confiar y de seguir.
Esta semana las preguntas del servicio bautismal son: ¿Confías por completo en la gracia y amor [de Cristo]? Y ¿Prometes seguirle y obedecerle como tu Señor?
Empecemos con el tema de confiar.
Yo no sé qué les parece a ustedes, pero en estos tiempos puede ser muy difícil saber en quién CONFIAR… y ni se diga a quién SEGUIR.
No hay escasez de personas que se aprovechan de los débiles y los ingenuos, como también de los más sabios, los mejores informados y los que se sienten expertos en medios de comunicación. Hemos llegado a saber que aún las instituciones que están supuestas a salvaguardar contra los abusadores pueden acabar protegiéndolos y ayudándolos.
Vivimos en un mundo en que las noticias fácilmente son inventadas para confirmar la opinión que uno ya tiene. Discernir lo que es real y lo que es falso puede resultar una labor agotadora.
Y, sin embargo, nosotros que estamos llamados a la vida bautismal nos comprometemos con depositar toda nuestra confianza en la gracia y el amor de Cristo, y de seguirlo y obedecerlo como Señor.
¿Cómo hacemos esto realmente?
A pesar de la peculiaridad de la caída de nuestra propia época, la realidad es que confiar y seguir han sido siempre una parte desafiante de lo que significa ser fiel según el estándar bíblico.
Nuestra lectura de 2 Reyes nos ofrece un vistazo de la parte final del ministerio profético de Elías y del florecimiento del propio ministerio profético de Eliseo.
Es una gran saga que se extiende desde 1 Reyes Capítulo 17 hasta 2 Reyes Capítulo 8 — y vale la pena dedicar más tiempo a leerlo si están dispuest@s.
La escena breve de hoy contiene tantas resonancias con el resto de las Escrituras que es difícil no mencionarlas.
Tenemos el momento en que Elías y Eliseo se van adelante de la multitud de los otros profetas, “ellos dos solos” — la cual es una frase conectada con el ascenso de Abraham y de Isaac al Monte Moriah.
Tenemos la partida del Jordán, la cual nos recuerda a Moisés y al Mar Rojo y a Josué pasando a través de las aguas divididas del Jordán. Y tenemos el carro de fuego que parece ser la versión divina de los ejércitos del faraón mezclados con la columna de fuego que acompañó a los israelitas a través del desierto.
Y entonces tenemos la bendición que imparte Elías a Eliseo antes de irse, en una escena que nos recuerda la bendición de Jacob de manos de Isaac.
Todas estas resonancias tienen el propósito de inculcarnos la seguridad de que el mismo Dios que fue fiel en generaciones pasadas — el mismo Dios que animó el celo profético de Elías — será fiel y estará presente con generaciones sucesivas, representadas en este caso por Eliseo.
El que era como un padre para él, se le quita y es llevado a los cielos, y Eliseo se queda solo, meditando sobre una pregunta transcendental.
¿Podré seguir adelante y confiar en que Dios me dirigirá y me guiará por el camino correcto?
La escena de la Transfiguración en el Evangelio trata el mismo tema pero añade otra capa a las resonancias que estaban presentes en 2 Reyes.
En esta historia, Jesús no le es quitado a sus discípulos, pero es cambiado ante ellos, y las grandes figuras que representan la ley y los profetas (Moisés y el mismo Elías de quien acabamos de leer) están con él como señal de continuidad y afirmación.
Sólo puedo imaginarme cuán desorientador debe haber sido para Pedro, Jacobo y Juan, y cuán difícil para ellos dejar de lado sus miedos y sus preocupaciones, y confiar en que seguir a este hombre transfigurado era lo correcto.
Y entonces se les pide que lo obedezcan — no contando a nadie lo que habían visto hasta DESPUÉS de la resurrección.
Cada vez que he experimentado algo que pudiera ser aún remotamente tan eufórico como lo que deben haber experimentado ellos, yo, al igual que Pedro, preferiría prolongar el momento y empaparme en él.
Pero Jesús tiene otros planes, y los discípulos (y los que viajamos con ellos) podemos o confiar en esos planes y seguir a donde Jesús nos guía, o podemos dejar que nuestros temores y nuestro desconcierto nos lo impidan.
Confiar en Jesús en estos tiempos significa no privilegiar la gloria externa, sino movernos con fe hacia el trabajo menos glorioso de curar a los enfermos, reconciliar a los enajenados y retar a los cómodos.
Significa aferrarnos a la verdad — en lo más profundo de nuestro ser — de que una vida que está alineada con el amor, con el sacrificio y con la bondad hacia los demás prevalecerá sobre las estrategias miopes que agrandan el ego.
Significa dedicar tiempo a permitir que las palabras y las acciones de Jesús, grabadas en las Escrituras, vivan dentro de nosotros — y significa entonces a IR al mundo para hacer lo que hicieron Jesús y sus discípulos.
Confiar en Jesús puede ser difícil porque tantos han malversado el nombre de Jesús.
Las marcas del camino fiable de Jesús — y de las voces en las que podemos confiar aquí y ahora — están claramente expuestas en la historia de la Escritura: Jesús está presente en acciones que nos ayudan a amar mejor, a compartir y a experimentar más la gracia de Dios y a avanzar hacia comunidades más sólidas y resilientes.
Seguir a Jesús rara vez es fácil, por lo menos al principio.
Significa que vas a tener que nadar contra las corrientes que prevalecen, y que tu resolución y tu paciencia serán puestas a prueba.
Pero al igual que Elías no dejó a Eliseo indefenso, pero le fue concedida una doble porción de su espíritu, y al igual que Jesús no fue transfigurado para entonces abandonar a sus discípulos, Dios no nos dejará solos en esta ardua labor de confiar y de seguir.
Tenemos el don del Espíritu Santo que fluye de Dios y que nos conecta los unos a los otros para que nuestras vidas y nuestras labores sean recogidas en un testimonio más grande.
La decisión diaria de confiar en Jesús y de seguir a Jesús es nuestra, pero cuando cada uno de nosotros toma esa decisión, tenemos compañeros que comparten los gozos y las penas que son parte del camino.
¿Qué va a tomar para que deposites toda tu confianza en la gracia y en el amor de Cristo?
¿Qué pasos concretos vas a dar esta semana para seguir y obedecerlo como tu Señor?
Ser una persona de fe significa confiar en la amplia historia de la salvación de Dios y significa luchar con la pérdida, reordenación y misión — al igual que Eliseo y los discípulos tuvieron que hacerlo.
Que esta semana seas una persona de fe profunda, y que nosotros — que nos reunimos bajo la bandera de Cristo — seamos empoderados para confiar en Jesús y seguirlo de maneras más profundas, pase lo que pase.