La capacidad humana para la crueldad es verdaderamente impresionante.

Al escuchar de nuevo la Pasión según Marcos, nos es difícil confrontar las múltiples facetas de nuestra habilidad de hacernos daño los unos a los otros.

Está el dolor que proviene de la humillación y de la implacable tortura física y psicológica.

Y entonces está el dolor de perder nuestra fe en el sueño de que Dios, y no otra fuerza malévola, reina soberana sobre la tierra.

Todos estos dolores y más se encuentran concentrados sobre Jesús en la Pasión.

Puede resultar tentador simplemente denunciar y culpar a los personajes de la narrativa por causarle este sufrimiento a Jesús.

Pero la verdad dura y fría es que podemos vernos a nosotros mismos y a nuestras fallas en la mala conducta de ellos.

Sacrificamos a los inocentes para salvaguardar nuestro control sobre el poder.

Hemos preferido exonerar a los culpables y castigar a los que no tienen culpa, a la vez que aplaudimos nuestros esfuerzos como justos.

Torcemos las espinas en una corona de burla, escupimos sobre los demás y ridiculizamos a aquellos que se atreven a desafiar los sistemas de autoridad que nos mantienen esclavizados, pero seguros.

Según presenciamos la vida del Hijo de Dios menguando — cada uno de sus fatigados respiros haciéndose más corto y poniendo más presión sobre sus huesos ya rotos — hacemos frente al profundo mal del cual somos capaces.

Ya sea por crucifixión, linchamiento o tortura patrocinada por el estado, nuestra capacidad humana de destruir y de humillarnos los unos a los otros es realmente sobrecogedora.

Si esta crueldad fuera la única historia del día, entonces pudiéramos simplemente resignarnos a la desesperación.

Pero existe una capacidad alterna que fluye profundamente dentro de nosotros, la cual también vemos exhibida hoy.

La capacidad de amar.

El amor toma la cruz que pesa con fuerza sobre los hombros de otra persona, y carga el peso.

El amor hace acto de presencia en la colina, negándose a apartar la mirada del sufrir del otro, aún cuando no podemos eliminar su sufrimiento por completo.

El amor honra a los que el mundo trata como deshonrosos y cuida del cuerpo quebrantado de un vecino con el respeto que se le otorga a un miembro de la familia.

Sí, la capacidad humana para el mal es ciertamente grande, pero la capacidad humana para el amor no tiene límites.

Eso es, en última instancia, lo que Jesús nos revela a través de su Pasión — lo largo, lo ancho y lo profundo del amor y la misericordia de Dios para con todos nosotros.

Es apropiado que lleguemos al final de nuestra serie bautismal el Domingo de Ramos, justamente cuando damos los primeros pasos hacia el misterio de los eventos de esta semana.

En muchos sentidos este camino ha sido como un “Vía Crucis” bautismal, y hemos tenido semanas para lidiar con los temas y reflexionar sobre las preguntas que cada semana — o cada “estación” — nos ha presentado.

La Estación XI del Vía Crucis es “Jesús es clavado en la cruz”. Es a la luz de un momento tan espantoso — un momento que cambia al mundo — que hacemos bien en explorar las últimas dos preguntas de nuestro Pacto Bautismal.

“¿Buscarás y servirás a Cristo en todas las personas, amando a tu prójimo como a ti mismo?” y “¿Lucharás por la justicia y la paz entre todos los pueblos, y respetarás la dignidad de todo ser humano?”

Los eventos de la Pasión nos demuestran que tenemos la capacidad humana de hacerlo… y la capacidad humana de escoger no hacerlo.

Estas preguntas se tratan de cómo vemos al mundo, y de cómo las creencias que valoramos dan forma a nuestras acciones, afectando así a otros individuos, instituciones y sistemas más amplios.

¿Buscamos activamente a Cristo los unos en los otros y buscamos maneras de servirles como serviríamos a Jesús si estuviera entre nosotros?

Puede ser difícil ver a Jesús en los Pilates del mundo, en los Barrabases del mundo, y en los soldados crueles y burlones del mundo.

Y sin embargo, si hemos de amarlos — si hemos de encarnar el mandamiento, para que de hecho tenga el poder de transformar — entonces tenemos primero que buscar a Cristo en ellos.

Sólo después de verlos como hijos de Dios — por quebrantados que estén y con todos los defectos que tengan — podemos empezar a adoptar el mismo amor que Cristo tiene por ellos y la misma visión de ellos también.

Hacemos esto con la mayor humildad, sabiendo que nosotros también estamos quebrantados y tenemos defectos, y que necesitamos la misma transformación.

Este buscar y servir nunca termina.

Mientras más decimos que sí a buscar y servir a Cristo en todos, y a amar a otros sin importar si el mundo los ve como dignos de amor o no, más crece nuestra capacidad de amar.

Admiramos y veneramos a los santos, tanto a los que conmemoramos oficialmente y a los que son conocidos sólo por nosotros personalmente, porque pusieron en acción su mayor capacidad para amar y, al hacerlo, nos han transformado a todos como resultado.

Vivir como cristiano bautizado es hacer un peregrinaje desde nuestra capacidad actual para el amor hacia la capacidad que Cristo demuestra en Su Pasión.

Y una vez que esa capacidad empieza a crecer, entonces estamos más listos para ver cómo la justicia Y la paz pueden coexistir, en vez de mantenerse ilusoriamente separadas y opuestas.

Cuando seguimos invirtiendo en nuestra capacidad para amar en vez de en nuestra capacidad para el mal, entonces podemos empezar a imaginar y a trabajar por un mundo en que la dignidad de cada ser humano está asegurada, porque cada un@ es visto y conocid@ como hijo de Dios, al igual que nosotros.

Querid@s herman@s en Cristo, éste es el trabajo de toda una vida y es el latido del corazón de toda nuestra misión y ministerio como seguidores de Él, que pasó de los Hosanas de esperanza a los “Salve, Rey de los Judíos” de burla — en menos de una semana.

Es trabajo peligroso — porque escoger aumentar nuestra capacidad de amar quiere decir que otros se aprovecharán de nosotros, y no vamos a poder evitar ser heridos en el proceso.

Pero este trabajo santo es lo que conduce al reino que Jesús proclamó — el mismo reino que todavía conocemos y anhelamos hoy — aún cuando todavía luchamos bajo este sudario del Covid.

¿Cómo vas a comprometerte con este trabajo de capacitación esta semana?

Permite que el Señor de todo lo que existe — y la ayuda que sólo proviene de la gracia de Dios — te guíe a medida que das pasos esta semana hacia la cruz.

Y que la capacidad de nuestro Salvador de amarnos a todos eclipse nuestra capacidad para el mal y nos lleve al gozo de una vida resucitada.