28 de noviembre, 2021
El Revdo. Austin K. Rios
«Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca.»
Lucas 21:28
Cuando estaba en escuela elemental y nuestra clase no podía salir para el recreo porque había tormenta, a veces jugábamos un juego que se llamaba “Seven Up” , que literalmente significa “Siete Arriba”.
El juego era muy simple y una manera excelente de pasar el tiempo en una época que aún era inocente de la insistencia de los teléfonos celulares y de los demás dispositivos electrónicos que distorsionan el tiempo.
Para empezar, algunos estudiantes se ofrecían como voluntario y después le anunciaba en voz alta al resto de la clase: “¡Cabezas abajo, pulgares arriba, es hora de jugar al siete arriba!”
El resto de la clase bajaba la cabeza y la apoyaba en brazos cruzados sobre el escritorio, con ojos cerrados para asegurarse de que no podía ver a los compañeros que estaban haciendo de líderes y que paseaban entre los escritorios.
Los líderes tocaban el pulgar extendido de uno de los que tenían la cabeza agachada y los ojos cerrados, y entonces, una vez que habían tocado los pulgares de 7 personas, todo el mundo levantaba la cabeza y trataba de adivinar quién había tocado su pulgar.
Si adivinaban correctamente, se le permitía ser líder al que antes había tenido su cabeza agachada, mientras que si uno no adivinaba bien significaba que tenía que continuar otra ronda con la cabeza enterrada y los ojos cerrados.
El “Seven Up” era una manera excelente de lidiar con niños ansiosos en días de lluvia.
Y adivinar bien y poder caminar por el salón de clase con la cabeza en alto y con el pleno uso de sus ojos era una alegría especial.
Ser “líder” le permitía a uno moverse libremente, mientras que el resto tenía que quedarse con la cabeza abajo en su escritorio — y también le permitía a un buen líder buscar y tocar a aquéllos que no siempre eran seleccionados primero.
Pensé en este simple juego cuando estaba reflexionando sobre nuestra lectura del Evangelio de hoy.
Comenzamos el nuevo año de la Iglesia y la temporada de Adviento — no dentro de la grandeza de la Navidad o con las trompetas resonantes de la Pascua — sino en la incertidumbre oscura del apocalipsis.
Tengo que admitir: Ha habido algunos años en que he llegado a las lecturas ominosas de Adviento y las he sentido chocar con la realidad actual de ese momento — años en que la “angustia, el miedo y el presentimiento negativo” que Jesús menciona se sienten bastante lejos de nuestra experiencia vivida.
Pero no este año.
Según llegamos al final del 2021, las palabras de Jesús se sienten más descriptivas que productivas este año — más del presente y menos orientadas hacia el futuro.
¿Angustia entre las naciones? ¿Señales en el sol, la luna y las estrellas? ¿Gente que se desmaya del miedo y por lo que sienten que le viene encima al mundo?
Suena al noticiero diario.
Cada día nos vemos bombardeados con guerras y rumores de guerras. Cada día vemos nuestra tierra en llamas, golpeada por tormentas torrenciales y devastada por la sequía y el hambre. Cada día la sombra pesada del temor y de la desconfianza desciende sobre nosotros en forma impresa, retransmitida y en las redes sociales. Cada día.
Y eso es en adición a la noticias de hoy sobre la variante Omicron del Covid-19.
Puede ser tentador huir de toda esta dificultad — salir corriendo y tratar de encontrar refugio en las distracciones — a la vez que nos tapamos los ojos a lo que, de hecho, está sucediendo.
Mientras que los poderes de los cielos están siendo sacudidos, y a la vez que nuestros mundos interiores y nuestras relaciones bregan con la inestabilidad — cuando las tormentas de esta vida soplan y nos golpean, podríamos sentir la tentación sencillamente de cerrar los ojos, gemir y negar cualquier albedrío que podamos tener para ayudar a enderezar el barco.
Pero si esta nueva temporada de Adviento puede enseñarnos algo, es que huir, abandonar nuestra capacidad de decidir, o agachar la cabeza y cerrar los ojos ante la dificultad y el desastre no es la manera de Jesús.
Cabezas abajo, pulgares arriba puede resultar un juego fantástico de Seven-Up, pero no funciona como enfoque de vida para un seguidor fiel de Cristo.
En vez de eso estamos llamados a ver las tormentas y los miedos y las dificultades que nos confrontan como oportunidades para presenciar el reino de Dios irrumpir en el mundo.
Estamos llamados a mantener la cabeza en alto y a abrir los ojos a la realidad de que Dios está con nosotros en medio de las pruebas, desafíos y tormentas.
Dios está con nosotros y nos llama a levantarnos y a enfrentar las noticias y los acontecimientos de nuestros tiempos con un corazón lleno de fe y con la fuerza y resiliencia que proviene sólo de una confianza imperturbable en el Espíritu de Dios.
Nosotros los cristianos no estamos llamados a pregonar fatalismo. SÍ estamos llamados a confrontar el fatalismo y a trabajar juntos para que los los titulares oscuros de estos días se conviertan en las buenas nuevas que conocemos a través del Evangelio.
Estamos llamados a mantenernos alerta y a estar en búsqueda constante de las marcas del reino de Dios que irrumpe y anuncia un nuevo mundo, como las hojas de la higuera anuncian la llegada del verano.
La manera en que aprendemos a estar alertas es practicando estar despiertos y en búsqueda de Dios, tanto en los momentos hermosos y preciosos de esta vida, como también en los valles difíciles y oscuros.
A esta práctica la llamamos oración, y la razón por la cual nos reunimos aquí cada domingo para adorar es para reflexionar juntos sobre las Escrituras y para recordar los caminos de Dios, para ser nutridos para la trayectoria de profundización de conciencia en Cristo, y para apoyarnos unos a otros según buscamos emprender prácticas y tácticas que van en contra de lo que el mundo tantas veces nos enseña.
Y entonces pasamos nuestras semanas llevando al mundo los dones y los sacramentos de nuestra adoración común, para que aquéllos que NO están dentro de estos muros puedan conocer algo de la esperanza que encontramos aquí — para que puedan encontrar el coraje de mantener también la cabeza en alto.
Dejar que el miedo y el presentimiento negativo den paso a la fe — la fe que conduce al tipo de valentía que se necesita para actuar en común por el bien de los demás.
Queridos amigos, les animo a que presten nueva atención a su vida de oración a través de esta temporada de Adviento — a que dediquen tiempo cada día y a través de cada día para alejarse de las tormentas y, con la ayuda de Dios, para verlas con la mayor claridad posible.
Apóyense en el don de las Sagradas Escrituras y léanlas de tal manera que les permita a Ellas hablarles a través del día.
Si se preguntan por dónde empezar a leer por su cuenta, les sugeriría que procedan lentamente con el Evangelio de Lucas, el cual estaremos explorando más a fondo a través de las próximas semanas, meses y año.
Si se encuentran hambrientos de conexión más profunda con la comunidad y con toda la historia de las Escrituras, les animo a que sigan el enlace en nuestro sitio web para reunirse con nosotros en línea para la Oración Matutina de lunes a jueves a las 9:00AM.
Más que nada, mantengan la cabeza en alto y el corazón abierto en esta temporada — aunque hacerlo será difícil y extremadamente contra-cultural.
Porque cuando nos ponemos de pie y levantamos la cabeza, de hecho vemos las tormentas por lo que son, y nos vemos desafiados a confrontarlas.
Pero también vemos que el reino de Dios surge también dentro de esas tormentas — en lugar de meramente fuera de ellas — y, al llegar así puede transformarlas.
Ése es el fruto y el signo de que nuestra redención que se acerca — la transformación sutil pero insistente del mundo.
Y ¡qué don es verlo venir! ¡Qué don es mantener nuestras cabezas en alto y buscarlo! Qué don es servir de comadrones para que nazca en un mundo adolorido y temeroso.
[1] https://www.wikihow.com/Play-Heads-Down-Thumbs-Up