Ser una persona de fe significa estar alerta a las maneras sutiles en que los elementos del orden creado y bueno pueden acabar distorsionándose y convirtiéndose en distracciones que nos drenan de vida — en falsos objetos de nuestra adoración.

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Desde el arca de Noé, hasta Elías y los profetas de Baal, hasta Jesús purificando el templo en el Evangelio de hoy:  Al pueblo de Dios — a *nosotros* — continuamente se nos tiene que recordar que debemos mantenernos fieles a la esencia de nuestras convicciones y no dejarnos seducir por alternativas que resultan más llamativas, pero vacías.

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