1ro de abril, 2021
El Redo. Austin K. Rios
Juan 13:1-17, 31b-35

Durante los próximos tres días, Jesús va a mostrarnos lo que sucede cuando las palabras llegan a su fin y sólo perdurarán las acciones más profundas del amor.


Llega un momento en todas nuestras vidas en que las palabras que decimos y las palabras que nos guían se ven expuestas a la luz.

Para algunos de nosotros, este momento llega en un tiempo de crisis. Para otros, puede surgir como una revelación.

Pero eventualmente todos tenemos que aceptar que nuestras palabras y nuestras creencias, o se traducen en acciones, o se revelan como meras banalidades vacías.

Puede ser difícil confrontar la cruel realidad de que tantas veces no estamos a la altura de nuestros ideales, y aún más difícil aceptar que a veces nuestros mejores esfuerzos e intenciones resultan torpes y necesitan corrección.

En el Jueves Santo y en la Última Cena, vemos a Jesús haciendo de SUS palabras y acciones una unidad. Su ejemplo en esta noche sigue siendo la estrella que guía a todos los que aún desean seguirlo fielmente.

Hay dos elementos clave del testimonio de Jesús que quiero resaltar ante nosotros esta noche.

El primero es que Jesús sabe que el fin de las palabras se encuentra ante todos ellos, y que ha llegado su hora de enfrentar las autoridades y su cruz.

Sólo después de llevar a cabo las acciones de la escena de esta noche del Evangelio de Juan, cuando lava los pies de los discípulos y parte el pan con ellos por última vez, es que Jesús usa palabras para explicar lo que está haciendo: “Mayor amor que éste no tiene nadie: el dar su vida por sus amigos”, y “ya no los llamo siervos, sino amigos”.

Toda la noche, al menos desde nuestra perspectiva histórica, está cargada con el conocimiento de que Jesús está a punto de morir, a causa del tipo de amor que ha estado proclamando y profesando.

Muy pocos entre nosotros confrontará en ningún momento la decisión de morir en lugar de otra persona — de poner nuestro amor y nuestras creencias en acción, y de morir como resultado.

Yo pienso que éste es el motivo por el cual Jesús ofrece otro ejemplo a sus discípulos esta noche: el ejemplo de lo que hace el amor vivo.

Independientemente de si somos de alta o baja cuna, de si fuimos a las escuelas correctas o no, y sin importar el idioma que hablemos o la cultura que reclamemos como nuestra, TODOS podemos seguir a Jesús en el amor vivo del servicio.

Dándole vuelta al revés al guión que dice que sólo los siervos lavan los pies del amo, Jesús — el amo supremo — se convierte en el siervo más humilde.

Porque todas sus palabras de enseñanza había llegado a su fin… y porque solamente esta acción podía comunicar su punto aún más, y verdaderamente transformar a sus seguidores.

Ante la realidad y la profundidad de este amor, a Pedro le cuesta aceptarlo.

Como a todos nosotros.

A Pedro le parece que la lógica de Jesús está al revés, y la acción de Jesús lo pone incómodo.

Y, sin embargo, a fin de cuentas es este testimonio el que por fin le permite a Pedro pasar de ser el tipo que provocó “¡Aléjate de mí, Satanás!”, o la “piedra” necia que con tanta frecuencia es Pedro en los Evangelios, a ser el evangelista de los Hechos que pone en acción el amor servicial de Jesús y eventualmente también muere por sus amigos.

Una vez que Pedro recibe por completo el amor que Jesús le tiene, puede pasar de negarlo en la oscuridad de la noche junto a un fuego, a desayunar a las orillas del Mar Galileo con El Resucitado.

Como dije anteriormente, no es fácil hacer esta transición, y todos nosotros eventualmente llegamos a un punto en nuestras vidas en que, o encarnamos la verdad que conocemos y creemos, o redoblamos la versión del mundo de lo que es la verdad e intercambiamos la sustancia de la vida por la superficialidad.

La buena noticia para todos nosotros es que, una vez que nos comprometemos con el tipo de amor vivo de Jesús, no nos deja solos para llevarlo a cabo.

Nos tenemos los unos a los otros como apoyo y aliento para permanecer fieles al testimonio de Jesús, y tenemos el don del Espíritu Santo para darnos energía y renovarnos a lo largo del camino.

El camino de vivir por el amor es un camino de refinamiento continuo — uno en que la gracia de Dios nos permite deshacernos de inconsistencias e impurezas.

Y ese camino empieza con permitir que el amor de Jesús nos transforme al igual que transformó a aquellos primeros discípulos.

Esta noche no podemos lavarnos los pies físicamente los unos a los otros.

Pero hay un sinfín de maneras en que podemos servirnos los unos a los otros y poner en acción nuestras palabras y creencias sobre Dios y el amor.

¿Cómo podrías vivir desde un lugar de amor de maneras más profundas?

¿Qué va a tomar para que aceptes el amor que Jesús te ofrece y para que permitas que su amor revitalice los huesos secos de tu vida?

Durante los próximos tres días, Jesús va a mostrarnos lo que sucede cuando las palabras llegan a su fin y sólo perdurarán las acciones más profundas del amor.

El mundo entero es rehecho y renace.

Pero sólo después de ser puesto de revés; sólo después de que se quebranta.